Cuando una chica se da cuenta de la magia de la lectura, es cuando te das cuenta de que la haz perdido.
  A leído un libro, y luego otro, y otro, y otro. A visto miles de hermosos mundos. A aprendido a despreciar el mundo común y corriente. Y no hay vuelta atrás. Tiene una insaciable sed de lectura, y créeme, no querrás despertarla de su ensueño entre páginas y tinta.
 Cuando esa chica se da cuenta de que le gusta escribir, entonces si es un lío.
 «Todos los autores comienzan como amantes de los libros», como dijo una vez Matthew Dicks, un sabio hombre (que también escribió mi libro favorito).
 La chica adora conocer nuevos y mejores mundos, adora aquella sensación que pueden producir unas palabras escritas en tinta sobre papel, y se dio cuenta de que ella misma podía hacer eso. Podía hacer al mundo sentir lo que ella había sentido.
 «Pero, para escribir un buen libro necesitas dos cosas, razonó, imaginación y experiencias». 
 Nada surge de la nada, todo se basa en lo ya existente. Entonces...el mundo real no puede ser tan malo después de todo, ¿verdad?
 Cuando la chica escribía podía gritar lo que, antes, ni siquiera podía susurrar, podía llorar lo que nunca se había atrevido a llorar, podía amar lo que nunca había amado en público. Era libre, podía escribirlo todo y podía hacerlos sentir a todos.
 La chica solía tener dificultades para expresar en público, o incluso a sí misma, lo que sucedía en su mente, pero al escribir, todo fluía en palabras y oraciones.
 La chica llevó el desorden de su vida, sus dos mejore amigas, su hermana melliza, su familia, su escuela, sus rivales, sus experiencias, al orden de las palabras. Se expresó.
 Tú puedes decidir que, si cuando la chica aprendió a amar las palabras del resto, e incluso, después, las suyas, fue una "perdida" buena, o una "perdida" mala, pero puedes tener de seguro que ella ya partió, y no piensa volver.
 Ve sin miedo, embárcate en el viaje con ella; lee, vive, escribe, piensa y sueña.
 Eres y serás libre.
-S.F.