Si he profanado con mi mano indigna este santuario,
Mis boca, peregrino avergonzado está dispuesta a suavizar esa rudeza con un beso.-

Oh, buen peregrino, no reproches tanto a tu mano, un fervor tan verdadero.
Si juntan las manos el peregrino y el santo palma con palma esas manos se besan. 

Los santos no tienen labios, ni los palmeros.-

Sí, peregrino. Los labios que necesitan para orar.-

Entonces, santa, los labios se igualan a las manos.
Están orando con fervor para que la fe no sea mi perdición.- 

Los santos no se mueven por el bien del orador.-

No te muevas para que tome la razón de mi oración.-

{La besa}

Mi pecado se ha purgado por la unión de mis labios y los tuyos.-

Ahora mis labios llevan el pecado.-

¿Pecado de mis labios? Que traspaso delicioso. Devuelvelo entonces.

 Romero y Julieta, (1996)