SoyJamesPotterWi

¡Ah, vamos, Lupin, no puedes huir de mí para siempre! ¡El castillo tiene muchas escaleras, sí, pero yo tengo piernas largas y una voluntad absurda! ¡Y chocolate en el bolsillo, por si acaso te tienta más eso que mi cara! …¡Oye! ¡No pongas esa cara! ¡Es una cara hermosa, pero solo si me sonríes con ella! ¡Mira, no vengo a molestarte! Bueno, sí, un poco. Pero con amor. ¡Todo con amor! ¡Potter style, ya sabes! Te dejo una flor invisible sobre tu mesa cada martes, te paso los apuntes aunque me ignores, y ayer estuve a punto de escribirte un poema... ¡Pero explotó en llamas! Literalmente. Puse “ojos de tormenta” y la pluma se prendió fuego. El universo está de tu lado.
          ¡No pongas los ojos en blanco! ¡Eso es un “me encantas” en idioma Adhara! Lo estoy aprendiendo, ¿sabes?

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James no dijo nada cuando ella lo abrazó de vuelta. Solo cerró los ojos y la sostuvo con más fuerza, como si su abrazo pudiera devolverle algo del aire que había perdido. Sentía el latido de ella cerca del suyo, y por un instante, el mundo pareció tan silencioso, tan sencillo, que dolía. Cuando se separó un poco, él la miró con una ternura desarmante, esa que no usaba con nadie más.—Sí… ya sé, estoy perdiendo mi esencia —respondió en voz baja, con una pequeña sonrisa torcida al escucharla hablar—. Pero a veces hasta yo sé cuándo cerrar la boca, Lupin. Especialmente cuando te tengo tan cerca y no quiero arruinarlo.Le sostuvo la mirada, como si pudiera memorizar el rostro de ella sin lágrimas. Se le escapó una media risa, suave, casi nerviosa, cuando vio esa sonrisa frágil que Adhara apenas se permitió mostrarle.Y entonces… la escucharon.La voz de Chris. La risa aguda de una chica. El eco de dos personas que no tenían idea de cuánto podían romper a otra solo con existir en el momento equivocado.James sintió cómo el cuerpo de Adhara se quedaba quieto de nuevo, y por puro reflejo, sin pensar, estiró la mano hasta tomar la suya. No la apretó. Solo la sostuvo, como si con eso pudiera decirle estoy aquí, sin que ella tuviera que mirarlo.Se humedeció los labios, tragó saliva, y por fin habló, despacio.—No los mires si no quieres. Pero si lo haces, recuerda esto: tú no vales menos solo porque él no supo quedarse. Él perdió algo que ni siquiera se dio el tiempo de conocer bien.Le dio un segundo. Luego otro. Y aunque su mandíbula estaba tensa por dentro, su voz se mantuvo suave.—Si quieres irte, te acompaño. Si quieres quedarte, me quedo contigo.
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—Claro… una basura en los ojos —repitió James en voz baja, sin creérselo ni por un segundo.La vio intentar marcharse, como si pudiera escaparse del dolor con el paso rápido y la espalda recta. Pero cuando quiso dar el primer paso, su mano se movió sola y la sujetó por la muñeca, suave pero firme, como si todo su cuerpo le gritara que no la dejara ir así. Y Adhara se detuvo. Sorprendida. Quizás hasta confundida.James no dijo nada al instante. No sonrió. No lanzó un comentario sarcástico. Solo dio un paso hacia ella, un paso que acortó toda esa distancia que ella siempre se esforzaba por poner entre ellos.Y entonces la abrazó. Sin pedir permiso. Sin miedo. Con una delicadeza inesperada en alguien que siempre parecía ir por la vida a carcajadas. La rodeó con ambos brazos, acercándola a su pecho, y apoyó la barbilla sobre su cabeza como si ese espacio fuera siempre suyo.—No tienes que fingir que no duele… no conmigo —susurró, casi en un suspiro—. No voy a decir “te lo dije”, ni siquiera voy a hablar de él. Solo… déjalo que se pierda, que no vea lo que tiene enfrente. Idiota.
            El corazón de James latía rápido, y cada parte de él temblaba un poco. No por miedo a que ella lo rechazara —eso lo conocía bien—, sino porque por primera vez, Adhara no le apartaba las manos. Y la sostuvo como si pudiera juntar los pedazos sin magia, solo con su abrazo. —Si vas a llorar, hazlo tranquilo, ¿okey? Nadie te está mirando… solo yo. Y yo nunca voy a usarlo en tu contra.
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—¡Ey! ¡Ten cuidado, Lup—! —James se interrumpió en seco al verla—. Adhara...
            La sonrisa que traía colgando de los labios se esfumó como si nunca hubiera estado ahí. Sus cejas se fruncieron al instante, y sus ojos bajaron a los de ella, buscando entender la escena frente a él. No era común verla así. Descompuesta. Apresurada. Y mucho menos… llorando.—¿Qué… qué pasó? ¿Estás bien? —preguntó, sin ese tono de burla que solía usar, con la voz más baja, casi temblorosa. Ella no respondió, pero James ya tenía las piezas a medio armar en su mente. Había algo roto en su expresión, algo que no podía bromearse ni ignorarse.—¿Chris te hizo algo? —agregó de golpe, y esta vez su voz sí tembló, pero de rabia contenida. El nombre se le escapó con veneno, con los celos viejos y ahora la preocupación nueva—. Porque si ese idiota te hizo llorar, juro por merlín que le voy a… —Pero se frenó. La vio con los ojos brillantes, con las lágrimas cayendo como si no quisiera que él las notara, y se tragó la amenaza.—Ven aquí —murmuró más bajo, con una suavidad torpe, sin saber si tenía permiso para acercarse—. No voy a decir nada tonto, lo juro. Ni un chiste, ni una frase de las mías. Solo… déjame quedarme aquí. Contigo.
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