—Notó el tartamudeo del chico y la forma en la que sus mejillas se acaloraron tomando un color más saturado tras el tacto de los suaves dedos de la muchacha más baja. Soltó una pequeña risita en reacción al darse cuenta de lo nervioso que se estaba poniendo, asumiendo que si lo conocía bien, dejaría en el aire algún dato curioso en cuestión de segundos, sin querer ponerlo incómodo se separó, sin alejarse demasiado ya que no quería resultar distante con él, le tenía un cariño importante. No había que medirlo.
Como lo predijo, ahí estaba él hablando sobre las pecas que había encontrado apareciendo en su rostro, resultándole tierno que se haya fijado en eso. —Soy consciente de eso. También sé que todos somos hermosos tal y cómo somos y lo que hace la belleza de una persona es lo que está aquí—. Colocó su mano sobre el pecho de él, pudiendo así sentir los latidos de su corazón, no acelerados, pero potentes y firmes. —Sin importar que tan cliché suene, a mí te me haces más guapo que cualquier persona que conozca, quieras creerlo o no, eres extremadamente atractivo. Tienes cosas muy preciosas y piensas como nadie más, ¿Ok? Ya muchos envidian ser como tú, nunca digas lo contrario porque me enojo—. Ahora levantó una ceja amenazante en su dirección.—