Los labios se le curvaron hasta formar una sonrisa brillante cuando sintió los brazos de la chica rodear su cuerpo. No dejó que pasara ni un solo segundo y correspondió el abrazo, inclinándose un poco para estar más a su altura y poder abrazarla con más comodidad. Apretó sus brazos contra su cintura y espalda, sintiéndose en paz e indudablemente feliz al tenerla frente a él después de aquellos meses que fácilmente podría comparar con una eternidad. El tiempo lejos de ella, sin importar cuánto fuera, era terrible y lo hacía extrañar su cálida presencia a montones. James enterró su nariz en los mechones oscuros de la más baja y dejó un corto y suave beso sobre su cabeza, sin que aquella sonrisa de felicidad pura fuera borrada de su rostro.
— Te extrañé, pulga. — pronunció, su voz entrelazada con un tono divertido pero a la vez amoroso. Se fijó en su rostro, recorriendo cada una de las pecas que cubrían su piel levemente bronceada y luego apartó con cuidado un mechón que se había deslizado hasta su rostro.
