Después de haber estudiado cerca de media hora en la biblioteca, decidió que era suficiente por ese día. Su mente no terminaba de concentrarse, y la sensación persistente en su antebrazo lo tenía inquieto. Regresó a la sala común, donde encontró a sus amigos conversando. Se unió a ellos un buen rato, riendo, comentando las primeras impresiones del curso y escuchando las bromas ligeras propias del inicio de año.
Cuando el reloj marcó la hora, decidió regresar a la habitación. Esperaba que Diggory ya estuviera dormido. o al menos callado. Empujó la puerta con cuidado y entró en silencio, sin voltear inmediatamente hacia las camas por si el pelinegro seguía despierto. Cerró la puerta suavemente, sin colocar llave. Maverick venía con él, aunque se detuvo a hablar con los compañeros de la habitación contigua. Así que entró solo.
El silencio del dormitorio lo envolvió. Esa tranquilidad lo llevó finalmente a girar... y se encontró con la figura del pelinegro recostado sobre su cama, con los ojos cerrados y el torso completamente descubierto. Etamin sintió que el aire se le atascaba un segundo en la garganta. Su mirada —traicionera— descendió por el pecho marcado del alfa, por los músculos definidos, por la curva tranquila de su respiración. Demoró más de lo que debía. Mucho más. Un súbito calor subió a sus mejillas, irritándolo consigo mismo. Frunció el ceño y se obligó a apartar la mirada. Idiota, pensó, sin saber si se refería a Diggory... o a sí mismo por mirarlo.
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