Sí que estás emocionado de reclamarme como tuya socialmente, ¿no? Apuesto a que no pararás de presentarme ante tus conocidos como «mi esposa», incluso cuando ya los conozca, sólo por el placer de decir que soy tuya. Nos amamos mucho, cariño. ¿Perdona? Ese eras tú. Tus ojos brillaban cada vez que me hablabas, lo recuerdo perfectamente; estabas completamente perdido por mí. ¡Tú pisaste mal! No mientas, no es que quise tirarte sobre el pastel… Te empujé, pero no sabía que ibas a caer sobre él y mucho menos que ibas a arrastrarme contigo. Ese gesto de caballerosidad era lo mínimo que me merecía después de untarme en mantequilla, crema y bizcocho. ¿Tienes idea de lo mucho que tuve que pasar en la tina para sacarme lo pegajoso? No fuiste el único al que Edwina odió… Pero creo que lo hizo más contigo que conmigo. Sí, lucía más deliciosa que ese pastel porque estaba cubierta en él, sigo insistiendo en que sí fue tu culpa. Pero es la mejor opción de prevenir que cargue con tu hijo antes de tiempo, lo sabes. No sería tanto. Sólo dos meses hasta que nos casemos y nos vayamos de luna de miel.