Ari.

Sabes dónde y cuándo encontrarme, Aria, así que no estoy perdido, sólo ocupado. ¿Te piensas que poniéndome esos ojos de cachorro abandonado y haciendo mohínes con esos labios vas a conseguir una afirmación de mi parte a tu pregunta? Me conoces mejor que eso. Ya. En eso tienes razón, pero prefiero otro tipo de atención. Una más específica, más privada, más íntima. Sí. De hecho, ¿por qué no te veo a ti en ese bonito vestido rojo que tienes? También estás invitada al evento. ¿O planeas esquivarlo cómo siempre? No te culparía. Joder, de hecho, ¿por qué no ocupas esas uñas qué tienes y me arrancas esta maldita cosa? 

Quién diría que mi adorada Aria Salvatore estaría por aquí pidiéndome permiso para sentir mi lengua entrelazada con la suya; si no recuerdo mal, en una de esas fiestas que hicimos con los demás y llevamos a cabo el juego de la botella, te acercaste a mí sin dudarlo y no te importó la cantidad de alcohol que teníamos en nuestro sistema. Espero que no tengas que pagar ninguna cadena perpetua, toda la diversión se acabaría si me privaran de tu presencia. ¡No lo digas dos veces! Te llevaré ahora mismo a la cafetería, aunque aquel chico me genera un poco de malestar, ¿no podría ser menos obvio con el hecho de que desea tenernos a ambas a su dominio? Por más que mi ego crezca al saber que somos la fantasía de cualquier hombre, no sé si quiero ser la de él.

Aria Salvatore, al pueblo no se le pasa por alto que una de sus bellezas más grandes ha aparecido, bienvenida seas.