/ El joven omega se acostó en la cama, al lado de su pequeña durmiente. En silencio y con tristeza la observó. Sus pensamientos estaban dedicados hacia cierto alfa castaño que no causaba más que una mezcla de emociones que siempre se debatían entre el enojo y la tristeza, y terminaban en un profundo pesar en su pecho. Tomó la manita de su bebé con delicadeza y dejó un besito. Un par de lagrimas salieron de sus ojos esmeralda y rodaron por sus mejillas. Se abrazó a su hija con cuidado de no despertarla, buscando alguna clase de consuelo. 
          
          Sus últimos pensamientos antes de dormirse fueron sobre el chico y aquella mirada castaña. Sus sueños también. Aunque esta vez, un par de ojos azules irrumpieron por primera vez.