Fuera, en el jardín, el viento soplaba fríamente, recordándole la temperatura que debía cubrir el corazón del vizconde. ¿Cómo podía ser posible que un hombre como él fuera tan desconsiderado con ella y decidiera sumergirla en el caos de habladuría de este catastrófico evento? Kate estaba segura de que, ahora que ella se había retirado, las casamenteras estaban riéndose de ella. ¿Cómo no hacerla objeto de burla si ella misma sentía cuán pegajoso estaba su cuello, busto y rostro gracias a la mezcla y respectiva crema?
Ese hombre no era más que uno narcisista que se preocupaba por sí mismo y sus arrogantes intereses. Por su culpa, sus guantes estaban estropeados y sabía que no podría usarlos de nuevo, por lo que se los quitó con movimientos frenéticos y furiosos y los estampó contra el césped. El pecho de Kate, cubierto por grandes manchas de crema con diminutos trozos de pastel, respiraba de manera agitada. No podía terminar de procesar qué fue lo que ocurrió dentro del salón, porque Kate sólo se pudo aferrar a una equivocada idea que acababa de aparecer en su mente.
Anthony Bridgerton no era un hombre frío. En realidad, ella nunca había conocido a un hombre tan entusiasta y apasionado por las cosas como lo era él. Se preocupaba por su familia y lo demostraba con acciones, no con palabras, porque Kate podía notar que el vizconde no era bueno expresando sus sentimientos de manera verbal. Su devoción a los Bridgerton lo convirtió en un perfecto padre para sus hermanos menores y siempre, de alguna forma u otra, los alentaba a ser ellos mismos. ¿Cómo podía convertir eso a Anthony Bridgerton un hombre sin calidez en su corazón? Por primera vez, Kate se sintió culpable de haber tratado tan desagraciadamente a un hombre que sólo sentía demasiado. Su corazón comenzó a latir con rapidez y ansiedad dentro de su pecho, sintiendo cómo el peso de su comportamiento en los últimos días turbaba su mente.
Salió rápidamente de sus propios pensamientos con un sobresalto cuando (+)