✶ ⋆ 𝗖𝗮𝗿𝗿𝗶𝗼𝗻 𓄂

Jajajaja bájale oiga 

—El pequeño ruedor junto sus manitas como si la sola imagen del pelirrojo lo intimidara pero al escucharlo hablar sobre el hambre que pasaba y su situación fue corriendo a una pequeña bolsa que tenía escondida,regreso rodando una manzana y después volvió a ir hacia la bolsa, la jalo con demasiada dificultad pero cuando estuvo cerca de el la soltó y dejo ver un grandioso botin de frutas que salieron rodando de la bolsa.— Mi sabor puede no ser agradable si me rostizas pero puede que te gusten las frutas que tengo aquí, no me molesta compartir solo si me dejas acompañarte, puedo ir sobre tu hombro, puedo conseguir comida para ambos, soy muy escurridizo, lento y frágil pero hábil. 

Estoy segura que no pregunte tanto como para saber demasiado… pero hey, ahora se podría decir que somos conocidos si me has dicho del “El suspiro perdido”, yo digo que mejor me prestes tu brazo para trazarlo, ¿qué dices? Por cierto, soy Cassie Sandsmark, ¿con quien tengo el placer?

—le encantaban las bocas peligrosas. Luego, con un leve empujón en su hombro, lo hizo recostarse un poco más. Tomó asiento con lentitud en el borde de la mesa frente a él, cruzando una pierna sobre la otra con total dominio del espacio y de la tensión que acababa de crear. A un dedo de distancia. Y sin dejar de mirarlo—. Pero si vas a estudiar cómo se mueve una mente como la mía, cariño… tendrás que hacer más que sentarte a mirar. —bajó la voz, ronca, sedosa, como terciopelo mojado—. Yo no soy una historia para leer… soy un mapa para recorrer. Y tú pareces tener buenas manos. —extendió la suya y, con descaro calculado, llevó los dedos de él a su propia pierna, justo por encima de la rodilla. Sonrió, divertida, peligrosa—. ¿Vas a explorar? ¿O solo hablas bonito para disimular el miedo? Porque yo ya elegí. Te quiero dentro del juego. Y lo quiero todo.

¿Sorprenderte…? —dejó que la palabra resbalara por su lengua como un caramelo prohibido mientras una sonrisa lenta, absolutamente peligrosa, curvaba sus labios—. No suelo complacer por capricho ajeno… pero contigo… puedo hacer una excepción. —se deslizó entre las mesas con la precisión de una sombra que aprendió a seducir la noche. Tacones felinos, caderas que hablaban un idioma que pocos sabían leer, mirada fija en él como si lo hubiese elegido desde el momento en que cruzó la puerta. Y entonces se detuvo justo frente a él. Sin pedir permiso —porque ella nunca lo hacía—, se inclinó y apoyó las dos manos sobre los brazos de la silla, encerrándolo suavemente entre sus brazos, sin agresividad, sin prisa, como una promesa apenas dicha. Su rostro quedó cerca del suyo, lo justo para que pudiera oler su perfume: cuero, peligro y algo dulce que no sabrías nombrar—. Me gusta cuando un hombre se sienta… confiado. Hace que sea tan fácil acercarme… jugar un poco… —deslizó sus dedos con parsimonia por su hombro, bajando por el brazo con la punta de las uñas apenas presionando su piel, como quien mide la calidad de un objeto antes de quedárselo—. Tienes buen material. Postura firme, mirada afilada… boca peligrosa. (+)

Vaya, vaya… —sus ojos brillaron como espejos oscuros, entre la risa contenida y una chispa felina que se enciende solo con las palabras justas—. Ahora sí que me estás hablando en mi idioma. Casi puedo escucharte ronronear entre líneas. Zilvaren, dijiste. Suena a esos lugares donde el lujo y la podredumbre comparten copa de vino, ¿no? —ladea la cabeza, jugueteando con uno de sus guantes de cuero como quien afila un pensamiento—. Me agrada. Las ciudades con historias manchadas, siempre tienen callejones con secretos… y amantes con manos hábiles. Y no te preocupes, muñeco, no me ofendí por lo del reloj. Pero reconozcámoslo: precisión sin pasión es solo rutina disfrazada de arte. Yo no soy una máquina. Soy el momento justo antes de que todo se desmorone. Soy la sonrisa que deja la alarma en silencio… y el roce que desaparece con tu cartera. Ahora, lo de marcar territorio… —se acerca, sin tocar, pero ocupando el espacio como si ya lo poseyera—. Te sorprendería saber que nunca dejo marcas por accidente. Si dejo una, es porque quiero que la lleves. Porque tal vez… me interesa que no te olvides. Y sobre cazarme… —susurra, como si confesara algo entre el humo de un secreto—. Podrías intentarlo, claro. Pero cuidado… algunas presas se dejan atrapar solo para voltear la jaula cuando menos lo esperas. Aunque admito que me gusta la idea de ser tu excepción. Solo por esta vez. Después de todo… los que roban con propósito, y no por placer,
            suelen ser los que más placer me da tentar. Así que dime, ladrón de callejones… ¿vas a seguir hablando con precisión quirúrgica o vas a mostrarme de lo que realmente son capaces esas manos tuyas?

Uy, ¿ y cuando lo harás otra vez ? Porque me interesa ver, tal vez y meta a mi ratita para que participe. 

Nunca vi una carrera de ratas pero supongo que estuvo divertido, en fin, no fue nada. 

Sé que el chiste es una mierda, pero igual me hacía ilusión compartirlo. (No te rías o te corto la cabeza. Y no con gracia precisamente).

Por fin alguien apreciará su forma de... cortar las palabras.