Charlotte Briar Dawes nació en Gotham City junto a su hermana gemela, Rachel, aunque a simple vista nadie imaginaría que compartieran algo más que el apellido. Mientras Rachel heredó los rasgos más sobrios de su familia, Charlotte parecía salida de otro molde: rubia, de ojos azules intensos, rostro delicado y sonrisa desarmante, con una energía luminosa que contrastaba por completo con la sombra constante de Gotham. Desde niñas, sus diferencias eran evidentes, no solo en apariencia, sino también en carácter. Rachel era cerebral, reservada, con un enfoque directo hacia la justicia; Charlotte, en cambio, era el alma cálida, esa presencia dulce y carismática que hacía que la gente bajara la guardia solo con mirarla.
Crecieron junto a Bruce Wayne, formando un trío inseparable tras la tragedia que marcó la vida del joven millonario. Charlotte, con su empatía natural, se convirtió en una fuente de consuelo para él. No compartían solo una amistad de infancia, sino una conexión profunda, silenciosa, marcada por la comprensión mutua de lo que significa perder algo demasiado grande siendo demasiado joven. Desde entonces, ella entendió que Gotham no solo necesitaba leyes más justas, sino también personas que no olvidaran cómo cuidar de los demás.
Con esa idea en mente, Charlotte estudió Derecho, especializándose en justicia penal. No tardó en destacarse por su inteligencia y su habilidad para resolver conflictos con humanidad, incluso en los casos más difíciles. Su dulzura nunca fue una debilidad, sino un escudo sólido; sabía cuándo hablar, cuándo callar y cómo decir la verdad sin destruir. Pasó un tiempo trabajando en Blüdhaven, un periodo breve pero crucial en su carrera. El caos judicial de aquella ciudad le sirvió como campo de prueba, fortaleciendo su carácter sin apagar su esencia.