Entre sombras me he perdido,
pero gracias al cielo,
en tus brazos hallé un resguardo.
Urgido del calor que nunca supe,
descubrí en ti un silencio
que me ha salvado.
Tus ojos,
¡Oh Ciel! dos cielos de azul profundo,
donde mi corazón,
ladrón cansado,
se dejó atrapar sin lucha,
como si al mirarlos hallara el verdadero destino.
Nunca supe nombrar la vida,
hasta que tu mirada la pronunció por mí.
Eres razón,
eres un suspiro,
eres el secreto que guardo en mi pecho,
con miedo,
con admiración,
con incontrolable amor.
Si un día descubres mi verdad,
sabrás que un hombre roto
encontró en ti no solo un refugio,
sino la más inesperada razón
para seguir viviendo.
¡Oh Ciel! Si supieras cuánto te quiero.
Si mis labios callan lo que arde en mi alma,
que lo sepa la luna, testigo perpetuo de mi desvelo, que en su luz escribo tu nombre,
como quien ora en silencio por un amor imposible.