Sabía que estaba en el mismo edificio que él, ocupándose con Beverly acompañado de las amigas de esta y probablemente Bill Denbrough también. De su lado se encontraban Uris y Hanlon, haciéndole conversación al a-punto-de-ser-esposo y recordando cosas de su niñez y de cuando la pareja del día había empezado a salir, hace casi tres años. Tres años. Toda una maldita existencia. Y solo, por supuesto. Cada vez que el tema surgía lo prefería ignorar. El "¿Y tú qué has estado haciendo, Rich?" "¿No te has enredado con nadie?" lo fastidiaba. Ellos no tenían idea.
Chasqueó los dedos como si quisiera llamar su propia atención, y empezó a murmurar a la vez que miraba su reloj de mano. ─Diez minutos, hombre. Ya serás un hombre hecho y derecho que ha sentado cabeza con la mujer más codiciada de... el mundo, probablemente.
Palmeó el hombro de Ben, con una sonrisa sincera que fue recíproca mientras que, luciendo ya más calmado, el último se vió en el espejo una vez más ya listo para salir con los vitoreos de sus mejores amigos. Lo de Beverly no era mentira, sabía que por un tiempo creyó gustar de Beverly hasta que descubrió que las mujeres no le gustaban en lo absoluto. Le agradaba y la apreciaba mucho, pero luego de los retos tontos de girar la botella y un beso de juego no pasaba nada.
Salieron del cuarto que parecía más bien un camerino y llegaron a los asientos de la iglesia, saludó a unos cuantos que conocía y otros que no, ninguna cara de sus íntimos perdedores. "Gracias Diosito" pensaba cuando encontró su asiento y no tuvo que enfrentar ver a su fallido amor de la adolescencia a la cara, el padre carraspeó y comenzó lo aburrido.
