Eliroah creció siendo una niña delgada y de baja estatura, con un cabello rubio que a veces teñía de colores extravagantes, aunque casi siempre prefería su tono natural. Sus ojos verdes claros eran especialmente únicos, pues con la luz del sol mostraban pigmentaciones irisadas, creando una especie de caleidoscopio natural que fascinaba a quienes los miraban. Desde muy pequeña, Eliroah demostró una profunda conexión con su madre, quien fue su compañera constante hasta que cumplió nueve años. Aunque Elodie volvió parcialmente a sus obligaciones, nunca dejó de estar al lado de su hija, forjando una relación tan estrecha que hasta hoy en día son prácticamente inseparables.
A los catorce años, Eliroah vivió una experiencia que cambiaría su vida para siempre. Logro reclamar a su dragona Fieralyn. Durante un paseo por los valles de Sunflower junto a su madre, tropezó con algo inesperado y cayó, hiriéndose la rodilla con una roca. La herida le dejó una pequeña cicatriz en la parte inferior de su rodilla izquierda, un recuerdo permanente de aquel día. Al levantarse, se dio cuenta de que había tropezado con la cola de una dragona llamada Fieralyn. La dragona, despertada abruptamente por la caída, parecía furiosa. Sin embargo, en lugar de sentir miedo, Eliroah se acercó a Fieralyn con calma y perseverancia, logrando finalmente ganarse su confianza después de varios intentos y algunos rasguños. Desde ese momento, la conexión entre Eliroah y Fieralyn se volvió indisoluble, y la dragona se convirtió en su fiel compañera.