Sereia y Eric habían estado en vela toda la noche esperando a su hija, en la sala, con solo la luz de la lampara iluminando. Eric estaba realmente enojado, pero mas preocupado que otra cosa, en cambio Sereia estaba confundida y realmente preocupada, Lavender no era de desaparecer de la nada y que su teléfono aparezca apagado era realmente raro. La ahora rubia mayor apareció en la sala con dos tazas de té, una para ella y una para su marido. Lo que mas preocupaba a Sereia el el hecho de la fuerte tormenta que estaba dándose lugar afuera y temía que su bebé estuviera en peligro.
No pasó mucho hasta que el ruido de un auto se escucho afuera, ambos se acercaron a la ventana y vieron a una pelinegra de baja estatura bajar de un auto negro, el cual ya conocían, era el de León Roque, la cara de Eric cambió por completo al ver quien era el qué estaba dejando a su hija y Sereia solo se preocupaba porqué su hija no fuera a enfermarse ya que volvía empapada por la lluvia. Ambos se quedaron en la sala esperando a que la joven entre de una vez. Lo hizo, tratando de ser sigilosa y al voltear y ver a sus padres ahí parados mirándola en silencio, empalideció por completo. “¿Se puede saber donde estabas, Lavender?” preguntó el mayor a su lado y Sereia se acercó a abrazar a su hija, quien estaba mojada y llorando. — Por favor, Eric…— dijo, haciendo una seña para que no haga algún problema, pues su hija era delicada y sensible, por lo que podría hacer un drama de algo pequeño. “Lo siento Mamá, Papá…estaba en la universidad, no tenía como volver y León me trajo…” Trató de explicar hasta que Eric la interrumpió con un regaño.