SoyMotkaVyrubov
FLASHBACK. sus ojos perseguían la manera en la que el vikingo hablaba: seguían la trayectoria de sus labios y atrapaban las palabras diluidas en el aire, seguían la forma de las ondas invisibles que llegaban a él, seguía el rosado de su inferior o la amenazante sonrisa que tironeaba de sus comisuras, mas el rey no escuchaba. las palabras no parecían llegar a él con claridad, incapaz de concentrarse en algo más allá del brillo en su boca dada su habladuría. «si nos besáramos; si nuestras bocas tan solo osaran juntarse un momento y me permitieras respirar de ti durante unos instantes, si bebiera de tu alma, nuestros labios se mancharían del rojo de la sangre de ícaro. osarías acercarte al sol y yo temería derretirte entre mi paladar. no podría resultar de otra manera… y aún así, adoraría arder junto a ti». una risa se deslizó por sus labios, ligera y enfundada en una ternura sin nombre aparente. ladeó la cabeza al mismo tiempo que se inclinaba instintivamente en su dirección: por un momento el rey de toska se encontró mucho más al descubierto de lo que lo había estado nunca. como si dijera “ven, tómame, y déjame fundirme entre tus manos con el grácil cariño de alguien que debería de odiarme”. —conoce al enemigo y conócete a ti mismo, y sobre tu victoria no caerán dudas; conoce el cielo y la tierra, y tu victoria estará asegurada del todo. —citó algún libro sobre el ‘arte de la guerra’, aunque el ritmo en sus palabras se alejaba a trompicones de la hostilidad que un enfrentamiento conllevaba: —¿no es eso lo que dicen? se parecía más, tal vez, a una declaración como tal. tal vez se empapaba de la hostilidad de un amor prohibido, deseoso, juvenil. pasional.
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el pecoso, quien parecía haber hurtado las estrellas del firmamento aquella noche para bañar su rostro de ellas, se quedó mirando hacia el más alto. le señaló el lugar. —como eres tan considerado de avisarme horas antes de mi asesinato… yo he decidido ser tan considerado como para mostrarte este lugar. siento mucho que no hayan flores esperando tu llegada, pero desde aquí puedo asegurarte que la luz lunar te hace ver mucho más apuesto de lo usual. —tomó asiento, sonriente. —¿cómo es eso posible?
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—te sorprendería lo que soy capaz de soportar, vikingo feroz. —jugueteó, y un sentimiento embriagador inundó su pecho de una ternura peligrosa al oír su risa. tragó saliva, el frenético palpitar de su corazón taladraba más allá de su propia razón. motka vyrubov tuvo la impresión de que sus mejillas ardían cuando se encontró allí, observando de atónita silueta enamorada, a su contrincante. «otra vez», se dijo. «quiero escucharla otra vez». —ven aquí. me aseguraré de que esta noche sea lo suficientemente memorable para ti, erik. —incapaz de pronunciar correctamente su nombre, lo convirtió secretamente en algo suyo. —hasta que no puedas pensar en otra cosa que no sea en mi. sonó como si se tratara de una advertencia, aún cuando armado de valor su mano se desvió huidiza hasta la impropia. la tomó discretamente y tiró de él; su delgado cuerpo se movió ligero a través de la gente y se apresuró a llevarlo hasta las afueras. una vez en los jardines, le soltó y se llevó un índice a los labios: como si los partiera por la mitad, ordenó silencio. con un gesto, le indicó que le siguiera, y lo llevó hasta un invernadero. allí solía sentarse con su madre cuando era un niño: desde dentro se veía la luna, que los acechaba como si estuviera a punto de juzgarlo, pero el de rizos sabía que desde fuera no serían vistos. un pequeño príncipe a veces se escondía allí, donde los únicos testigos de sus pensamientos no eran más que semillas que con el frío de toska, desprovistas de luz, ni siquiera tenían la oportunidad de florecer. donde podía acostarse en los amplios sillones que fuera de palacio lucían mucho más honestos, más naturales.
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