Finnick Fitzherbert nunca fue el príncipe de cuento que los nobles de Corona esperaban. Desde pequeño, descubrió que ser el heredero al trono era una jaula de oro, así que se dedicó a buscar las grietas. Conoce cada pasadizo secreto del castillo, no porque los haya estudiado en planos, sino porque los usa para escaparse de sus lecciones de diplomacia.
Su pasatiempo favorito es "tomar prestados" objetos de valor de la tesorería real solo para ver cuánto tardan los guardias en darse cuenta, devolviéndolos momentos antes de que estalle el pánico junto a una nota sarcástica. Es un dolor de cabeza constante para el Capitán de la Guardia y para su padre, a quien le echa en cara su pasado cada vez que lo regañan.
Tiene una agilidad física envidiable y una lengua afilada que lo saca de los problemas en los que su impulsividad lo mete. No es malo, pero es adicto a la adrenalina; siente que vive a la sombra de la leyenda de sus padres y está desesperado por demostrar que es más que el "hijo de", aunque eso signifique poner el reino patas arriba cada dos por tres.
