SoHalVelaryon

 El saludo y la risa forzada de Geta Martell fueron, para Hal, una intrusión ruidosa e inaceptable. Su sonrisa "no amigable" y su familiaridad excesiva despertaron el desprecio inmediato de Hal por la franqueza descuidada de Dorne. ​Cuando Geta le tomó el hombro, Hal reaccionó con la velocidad y frialdad de un reflejo. No se encogió, pero su hombro se tensó rígidamente y su mirada, ya helada por la frustración de la misión, se clavó en los ojos de Geta. ─── Príncipe Hal, es correcto. Y usted es Geta, me imagino. Le sugiero que retire su mano de mi persona. ─── ​Su voz era un susurro igualmente audible, pero carecía de burla, sonando más bien como una orden autoritaria y profesional. Se movió sutilmente para obligar a Geta a quitar el contacto, manteniendo su postura rígida e inexpugnable.─── Mi viaje no fue aburrido, fue necesario. Y no estoy aquí para ignorar la política por una noche. Estoy aquí por la política. Su consejo es tan bienvenido como el polvo en mi capa. ─── ​Hal dedicó una mirada de intenso desprecio a la mención de los burdeles. ─── Si cree que los hijos de la Reina están en Dorne buscando la honestidad de las prostitutas o la caridad de la cama, está muy equivocado. Yo no he venido a buscar fuego, sino a asegurar una alianza. Mi linaje no necesita aliviarse, necesita triunfar. ─── ​Finalmente, abordó la amenaza velada sobre su madre, sus ojos se estrecharon peligrosamente. ───¿Una broma que podría hacerse realidad? Solo los niños presumen de secretos y amenazas infantiles. Si tienen algo que decirle a mi madre, mi Reina, sobre cómo se llevan a cabo los asuntos en Dorne, los invito a usar su cuervo. Pero se lo advierto: si el precio de esta alianza es mi compromiso, o el de mi Casa, puedo asegurarles que el fuego que no encontrarán en Desembarco del Rey lo encontrarán en la furia de los dragones. Disfrute de su burla, Príncipe. Ahora, apártese.

SoHalVelaryon

/ SILENCIE A GETA ANDA DE CALIENTE. 
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SoyHaraldVelaryon

Cuando Geta lo tomó del codo y luego le propinó la palmada en el hombro, Harald se puso visiblemente rígido. Un tenue rubor ascendió a sus mejillas pálidas ante la sugerencia explícita de los burdeles y la forma en que Geta se mofaba del deber.   Retiró su codo del agarre de Geta con un movimiento sutil pero firme, manteniendo su expresión de incomodidad.       /          mi majestad Geta...        comenzó Harald, forzando una sonrisa tensa que se sentía ajena a su rostro. Agradezco vuestra... efusiva bienvenida y vuestra preocupación por nuestro bienestar.   Se enderezó, ignorando por completo las sugerencias sobre el placer honesto y el fuego Targaryen, y en su lugar se enfocó en el aspecto práctico de su estancia.           No debe preocuparse por nosotros, de verdad. Mi hermano y yo hemos sido tratados con la máxima diligencia desde que llegamos a la corte. Vuestros mucamos y servidores han sido de una discreción y una eficiencia ejemplares   No nos falta absolutamente nada; están asegurando que podamos cumplir con nuestro deber cómodamente.

SoyMeriaMartell

— La luna alta brillaba sobre los jardines del palacio, pintando todo de plata y sombras profundas. Meria, envuelta en un chal, se acercó a su otro hermano mayor que se encontraba sentado en un banco de piedra, contemplando el reflejo de la luna en un estanque – Te noto callado, pensante...Desde que ella se fue, hermano.

SoyMeriaMartell

— Meria no se inmutó ante el sarcasmo de su hermano, venía buscando consuelo y se encontraba con esto. Permaneció sentada, pero su postura se endureció al escucharlo hablar así, sus actitudes no le eran ajenas, pero si pensó que por esta vez sería diferente – Ah, calculas el valor de su legado, muy propio de ti, Geta. Reducir una vida a un balance de tierras y votos...Ya veo que solo te importa lo material y tus prostitutas. Nuestra madre yace fría en su tumba y tú no puedes levantar la mirada de las faldas de tus concubinas, que conveniente, igual que padre...
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SoyCaracallaMartel

caracalla se inclinó en el umbral, haciendo rechinar el cuero de su cinto. su risa fue gutural, seca, y el brillo metálico de su diente de oro destelló con una burla cruel.        .ᐟ ¿Yo?.     Mhn, debería ser tu... tu alma la que el desierto reclame al fin, ¿no crees? Deberías tener cuidado con esas distracciones, hermanito. He oído que al funeral de nuestra venerable madre acudieron personajes desde los mismísimos Siete Ríos. Demasiados testigos de tu dolor, ¿no?  Si dejas de mirar las piernas largas de tus concubinas por un momento, quizás te darías cuenta de quién te está observando a ti.          .ᐟ        sonrió de medio lado, la amenaza disimulada bajo una capa de tedio y cinismo. El desierto es mi jardín, no mi tumba.

SoyEiraBlackwood

Príncipe Geta. —saludó con voz suave—. Agradecemos profundamente que nos recibáis en un momento tan doloroso. Que encontréis consuelo entre quienes hoy os honran y acompañan.

SoyEiraBlackwood

— La ilusión definitiva… qué concepto tan interesante en boca de un príncipe criado entre espejos. —respondió sin alterar el tono, sin alzar la voz, como quien comenta el clima mientras sus palabras acarician y arañan a la vez—. Vos habláis del poder como si fuese un idioma exclusivo… cuando, en realidad, solo es un acento más. Uno que muchos fingen dominar. El respeto no es debilidad, mi príncipe. La debilidad es confundir la crueldad con autoridad y la desconfianza con prudencia. —se mantuvo firme, tan inmóvil como un árbol viejo que no conoce el miedo al viento—. Y si en vuestra corte solo se habla un dialecto… quizá por eso tantos mueren sin comprender por qué fueron sacrificados. No por falta de poder, sino por falta de visión. Decís que soy peligrosa. Que mi calma lo es. —una suave inclinación de cabeza, casi un gesto de agradecimiento—. Me honra vuestra percepción. Porque solo teme el silencio quien sabe que podría revelar algo. Y, ¿Deudas? Por supuesto. Toda casa importante las tiene. Los Blackwood no nacimos ayer. Pero si esperáis que mis palabras escondan un precio… temo decepcionaros. No vine a negociar almas, ni siquiera la vuestra. Vine a observar qué clase de hombre aspira a un reino roto. Y hasta ahora… —su mirada se clava en la suya sin parpadear—. No he visto a un monstruo ni a un salvador. Solo a un joven muy inteligente, y muy solo, que cree que todo el mundo quiere algo de él. Acepto vuestro vino. —finalizó con una cortesía helada, impenetrable—. Y acepto vuestro desafío. Mostraos, príncipe Geta. Si queréis hablar del futuro real de este reino… empecemos por la verdad que más os cuesta admitir.
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SoyEiraBlackwood

/ sostuvo la mirada del príncipe sin apartarse ni un ápice, como si aquel susurro afilado resbalara por una superficie pulida. No retrocedió cuando él dio ese leve paso hacia ella; simplemente se mantuvo quieta, serena, con la misma calma que un arquero muestra antes de soltar la cuerda—. La ilusión barata, Alteza —respondió ella con suavidad, casi con ternura—, suele nacer donde el corazón busca engañarse a sí mismo. Pero yo no hablo de ilusiones… hablo de humanidad. De aquello que permanece incluso cuando el poder cambia de manos. —su voz no subió, no intentó imponerse. Era como un hilo cálido en medio del mármol frío de las palabras de Geta—. El dolor puede ser un arma, sí. Pero también es un lenguaje. Uno que revela quién actúa desde la ambición… y quién desde el respeto. No subestime cuánto dicen los silencios en tiempos como este. —dejó que un instante pasara, un pequeño espacio donde su presencia, suave, constante, se volvía una respuesta en sí misma—. No estoy en Dorne para medir grietas. —continuó—. Sino para honrar un luto que merece ser respetado, sin importar dónde se incline la balanza política. —entonces, y solo entonces, una sonrisa delicada apareció en sus labios: cálida, sincera, pero impenetrable para quien busque leer planes—. ¿Lazos, preguntáis? Los genuinos, Alteza. Los que no nacen de la manipulación del dolor, sino de la verdad que queda cuando la bruma de la pérdida se disipa. —ella inclinó apenas la cabeza, con elegancia quieta:—. Y no se equivoque. Los Blackwood sabemos dónde colocamos nuestro apoyo… pero jamás lo hacemos sin mirar primero el alma de quienes lo solicitan.
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