𝔤𝔦𝔤𝔦

Por una vez podrías sorprenderme, bombón.

Se parece a Rhysand, así que me tiene enamorada — río suavemente sin dejar de ver a su hijo — aunque es todo un rubiecito Lannister.

@SoyDelylahLannister  dios — la joven se acercó rápidamente a la cuna y una sonrisa se le escapo al verlo — es hermoso, dels

¡Adelante! — dijo viendo a su hermana entrar y sonriendo — mira mi amor, vino tu tía — dijo al bebé que estaba en la cunita junto a su cama

Dios... VAMOS A ESTAR EMBARAZADAS — rió ante eso — cosas de mellizas, me imagino

—Con responsabilidad... —ronroneó y la tomó del mentón con delicadeza acercándola a él para volver a besarla delicadamente. Se inclinó un poco y de los muslos la levantó para hacerla cruzar las piernas y la llevó al sofá, dónde la dejó con cuidado.

—Ah... Qué bendición... —soltó graciosamente y dejó ambas manos en los costados de la cadera de su esposa y se acercó a darle un beso lento y delicado, luego la tomó de las mejillas. —No todo... Hay un bebé aquí dentro... —palpó el vientre de su esposa — Toca ser... Delicado.

Para dramatizar se llevó una mano a la boca. —Ay... Pero... Bombón... —y luego se cruzó de brazos. —¿Siempre tienes uno debajo de la ropa? ¿Victoria Secrets? Bonito... ¿Se puede tocar? Con cuidado claro 

Formó media sonrisa viéndola y se desquitó del casco, encogiendo sus hombros — Nunca sé que esperarme. ¿Y si esta vez era una urgencia?

Rodó sus ojos solamente de leer aquel mensaje, podía esperarse cualquier cosa viniendo de la rubia. Agarró su moto y en cuestión de pocos minutos ya se encontraba frente a la puerta, la cual golpeó un par de veces con los nudillos de mano. Aguardó pacientemente de pie guardando sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Empezaré a cobrarte por ir de mecánico personal. ¿Qué es esta vez? 

—Ya vas a ver... —indicó con su dedo que esperara y se echó a correr hacia el fin que saltó, cayendo los tres pisos abajo.
            Su esposa no lo sabía, pero debajo había un equipo de seguridad completo, de los que utilizaba para las escenas de acción, y en la arena, el “¿Quieres casarte conmigo?“, escrito con luces. 
            —¡Dime qué sí! ¡No lo ensayé ni una sola vez! ¡Pude haber muerto!

—Somos dos. —chistó antes de darle una nalgada a su esposa y sacarla de la habitación, hacia la terraza, dónde la dejó en el suelo. —Quédate aquí, ¿Okay?

—No... —soltó dramáticamente. —Es algo bonito, valdrá la pena... Ven. —pidió y se levantó, tiró de las piernas de ella y cuando pudo se la echó en el hombro. —Nos fuimos...

—Teniendo una idea más o menos acertada de cómo lo hicimos... Dudo que sea un regalo del cielo. —concluyó riendo

Borros fingió estar a punto de llorar. —No es un castigo... No, para nada...

—Son nueve meses de ti, en tu versión menos amigable. —aclaró. —¿Y cuándo has necesitado tú una excusa?