SoyHazukiRei

          	
          	
          	             ͡ㅤׅ   TELL YOU YOU’RE THE G͟R͟E͟A͟T͟E͟S͟T͟
          	        BUT ONCE YOU TURN, THEY H͟A͟T͟E͟ US
          	   OH, THE MISERY, E͟V͟E͟R͟Y͟B͟O͟D͟Y͟ WANTS TO 
          	                                BE MY E͟N͟E͟M͟Y͟ 

SoyHazukiRei

          	  
          	  
          	                    THEY SAY: P͟R͟A͟Y͟ IT AWAY
          	  I SWEAR THAT I’LL N͟E͟V͟E͟R͟ BE A S͟A͟I͟N͟T͟, NO WAY
          	  A CHAIR IN THE C͟O͟R͟N͟E͟R͟ IS MY PLACE, I STAY
          	  I SHAKE, AND I THINK ABOUT THE POWERS AT 
          	               PLAY, THE POWERS AT PLAY
          	  
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SoyHazukiRei

Y entonces, una noche todo ardió.
          	  Las cámaras de seguridad dejaron de funcionar. Las luces del laboratorio parpadearon una última vez. Lo que se encontró después fue un mausoleo de carne: científicos reducidos a masas deforme, cadáveres arrastrados hasta las paredes que habían sido impregnadas con raices de hongos, y una habitación vacía.
          	  
          	  Hazuki no escapó. Se liberó. Y para ello, asesinó a cada uno de los que la habían mantenido allí.
          	  
          	   Su tacto y su cercanía con alguien más pueden matar, acostumbrándose a portar siempre un tapabocas y un par de guantes, además de ropa gruesa que evita el contagio.  No tiene control sobre a quién contagia, es algo involuntario y eso la vuelve un peligro para todos.
          	  
          	  
          	  Para mantenerse con vida debe propagar su infección constantemente, por esa razón funje cómo antihéroe bajo el nombre «mirewither», cazando criminales a los que contagia, aunque por su naturaleza impredecible, le es imposible no contagiar por accidente a algún civil inocente.
          	  Pese a su actitud hostil, Hazūki busca formar parte de un equipo y así tener una familia.
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SoyHazukiRei

Durante años, Hazuki vivió recluida en un laboratorio subterráneo, propiedad de una organización que nunca identificó del todo. Su cuerpo era un campo de estudio: querían extraer la infección, comprenderla, replicarla. Pero la podredumbre se resistía. Era salvaje, orgánica, impredecible. Ni fórmulas, ni máquinas, ni bisturís pudieron arrancarla de su huésped. Hazuki, en su encierro, dejó de crecer como los demás. El paso del tiempo se volvió lento en ella, como si la putrefacción misma la estuviera preservando, tardando 6 años para envejecer solo uno. 
          	  
          	  
          	  Hazuki vivió en aquel laboratorio durante casi un siglo. Su cuerpo, estancado en una juventud eterna, fue manipulado, violentado, abierto una y otra vez como si no fuese más que una criatura diseccionable. Pero ella no olvidaba. A cada médico que le susurraba mentiras. A cada aguja que rozaba su piel. A cada experimento que la forzaba a convertir sus gritos en silencio.
          	  
          	  Durante ese encierro, Hazuki dejó de hablar. No por voluntad, sino por supervivencia. Aprendió que el sonido podía ser usado en su contra, que los ruegos eran inútiles, que el llanto era una pérdida de energía. Pero en su mente, la niña seguía allí, atrapada entre memorias y alucinaciones provocadas por la soledad, la fiebre y la infección que latía bajo su piel como un segundo corazón.
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                       ͡ㅤׅ   TELL YOU YOU’RE THE G͟R͟E͟A͟T͟E͟S͟T͟
                  BUT ONCE YOU TURN, THEY H͟A͟T͟E͟ US
             OH, THE MISERY, E͟V͟E͟R͟Y͟B͟O͟D͟Y͟ WANTS TO 
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                              THEY SAY: P͟R͟A͟Y͟ IT AWAY
            I SWEAR THAT I’LL N͟E͟V͟E͟R͟ BE A S͟A͟I͟N͟T͟, NO WAY
            A CHAIR IN THE C͟O͟R͟N͟E͟R͟ IS MY PLACE, I STAY
            I SHAKE, AND I THINK ABOUT THE POWERS AT 
                         PLAY, THE POWERS AT PLAY
            
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Y entonces, una noche todo ardió.
            Las cámaras de seguridad dejaron de funcionar. Las luces del laboratorio parpadearon una última vez. Lo que se encontró después fue un mausoleo de carne: científicos reducidos a masas deforme, cadáveres arrastrados hasta las paredes que habían sido impregnadas con raices de hongos, y una habitación vacía.
            
            Hazuki no escapó. Se liberó. Y para ello, asesinó a cada uno de los que la habían mantenido allí.
            
             Su tacto y su cercanía con alguien más pueden matar, acostumbrándose a portar siempre un tapabocas y un par de guantes, además de ropa gruesa que evita el contagio.  No tiene control sobre a quién contagia, es algo involuntario y eso la vuelve un peligro para todos.
            
            
            Para mantenerse con vida debe propagar su infección constantemente, por esa razón funje cómo antihéroe bajo el nombre «mirewither», cazando criminales a los que contagia, aunque por su naturaleza impredecible, le es imposible no contagiar por accidente a algún civil inocente.
            Pese a su actitud hostil, Hazūki busca formar parte de un equipo y así tener una familia.
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Durante años, Hazuki vivió recluida en un laboratorio subterráneo, propiedad de una organización que nunca identificó del todo. Su cuerpo era un campo de estudio: querían extraer la infección, comprenderla, replicarla. Pero la podredumbre se resistía. Era salvaje, orgánica, impredecible. Ni fórmulas, ni máquinas, ni bisturís pudieron arrancarla de su huésped. Hazuki, en su encierro, dejó de crecer como los demás. El paso del tiempo se volvió lento en ella, como si la putrefacción misma la estuviera preservando, tardando 6 años para envejecer solo uno. 
            
            
            Hazuki vivió en aquel laboratorio durante casi un siglo. Su cuerpo, estancado en una juventud eterna, fue manipulado, violentado, abierto una y otra vez como si no fuese más que una criatura diseccionable. Pero ella no olvidaba. A cada médico que le susurraba mentiras. A cada aguja que rozaba su piel. A cada experimento que la forzaba a convertir sus gritos en silencio.
            
            Durante ese encierro, Hazuki dejó de hablar. No por voluntad, sino por supervivencia. Aprendió que el sonido podía ser usado en su contra, que los ruegos eran inútiles, que el llanto era una pérdida de energía. Pero en su mente, la niña seguía allí, atrapada entre memorias y alucinaciones provocadas por la soledad, la fiebre y la infección que latía bajo su piel como un segundo corazón.
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