SoyNikKurnikova
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La pareja descansaba tranquilamente en la sala de estar de la villa, Nikolái leyendo uno de los libros de la biblioteca junto a Hyacinth, pues ambos le leían al bebé, quien ya tenía varios meses de crecimiento y por ende decenas de regalos de sus conocidos. Fue entonces cuando Gérôme entró con su semblante delatando su clara preocupación, con una carta en mano la cuál le dió al rubio. "Léela y me dices que hacer." Preguntó él, a lo que Nikolái tomó la carta con confusión y empezó a leerla en su mente. "Querido Ruso... Me he enterado del embarazo de tu hermosa esposa. Cómo pasa el tiempo, ¿verdad? Sin embargo, el paso del tiempo no ha borrado de mi memoria la muerte de mi padre. Y creo que aún tenemos unos asuntos pendientes por resolver sobre eso. Tengo entendido que no quieres verme, entonces no será necesario. Eso sí, yo que tú, cuidaría a mi esposa. Sería una pena que por un accidente, te quedaras sin un descendiente y sin tu mujer. Piénsalo, Ruso. Atte: Antonnie Corlioni." El más alto tenía una clara expresión de rabia contenida, por lo que tiró un vaso de whisky al piso y se levantó de golpe. — No vas a hacer nada. Te vas a quedar acá, y no quiero que nadie salga ni entre de esta casa. ¿Entendido? Trae a Eric y Lion acá. — Se acercó a él y le susurró al oído. — Si tienes que dar tu vida por salvarla a ella, lo haces, Gérôme. — Sin más, se acercó a ella y unió sus labios en un beso corto. — Regreso en un minuto.
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No va a hacer nada, Hyacinth. Primero me mata a mí antes que a tí. Quédate tranquila, no te pasará nada. ¿Alguna vez te han lastimado alguno de mis enemigos sin que yo hiciera algo? — Preguntó, sabiendo la respuesta y solo dejó un beso en su cabeza. — Todo va a estar bien. Quédate aquí, Tenemos los suficientes hombres para protegerte. ... Manejaba frenéticamente la camioneta negra, encontrándose con otra igual, sabiendo quienes eran. Cargó su arma y fue pan comido asesinar a todos, disparando con precisión a cada uno hasta solo dejar a Antonnie, quien solo lo miraba con ojos de súplica. — Tú y tu familia me tienen harta. — Dijo antes de jalarlo la su blanca camisa y tirarlo hacia el barranco, y dirigirse de vuelta al carro, su ropa salpicada por la sangre de los disparos hacia los hombres del italiano, y condujo con tranquilidad hasta llegar a su casa.
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