SoyIMoises

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SoyIRamses

Los pasos resonaban en los muros del palacio como ecos del ayer. Ramsés, el ahora nombrado faraón del Alto y Bajo Egipto no necesitó girarse para saber quién era. El corazón le dio un vuelco (un reflejo involuntario que no sentía desde hacía años). Cerró los ojos por un segundo, tragó saliva, y cuando escuchó su nombre... sonrió. Era él, después de tanto tiempo, finalmente volvía a estar a su lado. 
          
          — Moisés… — Respondió, dejando al eco perderse a su alrededor. Su voz salió suave, incrédula, cargada de emoción reprimida. No era la del faraón, sino la del hermano. Abandonó su camino sin dudarlo, girando y acercándose lentamente a él con la mirada fija como si temiera que fuera un espejismo. 
          
          — Has vuelto… — Dio unos pasos más hacia él, y esta vez no se contuvo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo abrazó. Lo estrechó con fuerza, como si ese gesto pudiera recuperar todo el tiempo perdido, como si al tocarlo de nuevo pudiera asegurarse de que era real.— Creí… que no volvería a verte. ¡Y sin embargo aquí estás!. — Se separó apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos, con una sonrisa que mezclaba alegría, nostalgia y alivio.
          
          — ¡Has vuelto! — Repitió lo dicho en voz más alta, como si quisiera que todo mundo se enterase de esa gran noticia.