—Esa es la razón principal por la que sólo discuto esto contigo. —le explicó mientras acomodaban la tiara en su cabeza. —En conclusión, la necesidad de estar fuera de los límites y empujar a los demás a su zona de confort no es más que una búsqueda interminable por demostrar de lo que está hecho. —se miró detenidamente al espejo, para asegurarse de lucir perfecta. —necesita ser validado... Cómo cualquier hombre de armas.
—No repita esas palabras jamás. —recomendó. —En este momento el mundo está plagado de mujeres y hombres de puños. La comprensión de la mente y lo que está más allá de lo físico y terrenal puede aterrizar a muchos. —explicó. —Puede costarle la vida, Alteza.
Andrya asintió receptiva a las recomendaciones de Maryl, era su pupila desde que podía entender las ideas del hombre y este no exageraba, la educación de la princesa se había desviado de lo que era socialmente dictado correcto para una segunda hija.
La princesa había ordenado instalar una silla frente al trono puesto que no planeaba sentarse en ese lugar, y no había nadie con mayor jerarquía para atender al Velaryon.
—No tiene permiso de ingresar con hombres o armas, y no está sujeto a discusión, el palacio sólo lo alojará a él, nada de piratas y otras cosas.