Un suspiro profundo escapó de los labios carmesí de Aimee al sentir la proximidad del joven de ojos avellana. La presencia y el embriagador aroma del muchacho provocaron que su anatomía se relajara, cada músculo encontrando un reposo bien merecido. La más baja, expresaba siempre su afecto a través del contacto físico cuando se trataba de James, por esa razón, se consideraba a sí misma como un cachorro afectuoso y también algo llorón. Cada mimo, cada instante compartido mutuamente se convertían en fotografías preciadas, almacenadas en lo más profundo de su cabeza. Una sonrisa amplia iluminó su rostro al sentir el beso del castaño, describiéndolos como pequeños disparadores de serotonina. — Alguien te extrañó muchísimo más mocoso, pero no voy a decirte como me llamo — musitó en un murmuro con suavidad, dejando que sus párpados descansaran tranquilamente cerrados por unos minutos. Apoyando su mentón sobre su pecho, finalmente, alzó la mirada luego de un tiempo para examinarlo con sumo detalle, paseando su vista libremente sobre cada una de las finas y marcadas facciones que poseía el ajeno. — Necesito que me pongas al tanto, cuéntame qué hiciste sin mí, cómo has estado y si todavía te sumerges en las páginas de los libros.
