SoyDracMBlack
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Draco Malfoy caminaba por las calles de Hogsmeade con las manos en los bolsillos de su abrigo, intentando ahuyentar el frío que mordía sus mejillas. En su mente solo había una cosa: Klaus. Su novio llevaba casi un año con él, y aunque Draco no lo admitiría fácilmente, estaba preocupado. Klaus se había estado alejando un poco últimamente, hablando vagamente sobre "su edición" a las drogas, como si fuera un libro que no podía soltar. Draco no era del todo ajeno a las sombras que perseguían a su novio, pero hoy quería hacer algo por él, algo sencillo, algo que lo hiciera sonreír. Entró en Honeydukes, el brillo de los dulces lo recibió con una calidez inesperada. Caminó entre los estantes, pensando en qué podría comprarle. - Quizá unos sapos de chocolate -, murmuró para sí mismo, aunque luego recordó que a Klaus le encantaban las grageas de todos los sabores, incluso los más raros. Finalmente, tomó una pequeña caja de grageas y un par de ranas de chocolate envueltas en papel brillante. Mientras pagaba en el mostrador, su mente se volvió hacia Klaus nuevamente. "¿Estará bien?", se preguntó, mordiéndose el labio. Su mirada se perdió por un segundo en la ventana de la tienda, pero rápidamente volvió a la cajera, quien le entregaba la bolsa con los dulces. Al salir de Honeydukes, Draco se detuvo en seco. Allí, apoyado contra una pared justo frente a la tienda, estaba Klaus, con su habitual aire despreocupado. Una sonrisa ladeada adornaba su rostro mientras se encendía un cigarrillo, mirándolo con una chispa traviesa en los ojos.
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El calor que sentía contra su espalda era abrumador, y con cada movimiento de Klaus, sus propios gemidos se volvieron más frecuentes, más desesperados. Sentía cómo su propia voluntad se desmoronaba, dejando solo el deseo de ser lo que Klaus quería de él. Estaba aterrorizado, sí, pero también completamente rendido a esa sensación de ser controlado, de estar a merced de los caprichos de su novio. -Por favor... susurró, aunque no estaba seguro de qué estaba pidiendo exactamente. Su respiración era errática, su corazón martillando contra su pecho mientras sus manos buscaban algún tipo de apoyo en la pared, sin éxito. Sentía cada centímetro del cuerpo de Klaus contra el suyo, el calor que los envolvía, la presión que lo hacía gemir cada vez que Klaus se movía. Era demasiado, y al mismo tiempo, no podía evitar sentir cómo su cuerpo respondía a cada toque, cada roce de su novio. -Haz lo que quieras... -murmuró, sintiendo el temblor en su voz, completamente entregado a Klaus. Sabía que no había forma de salir de esto, y, de algún modo, ya no le importaba. Necesitaba sentirlo cerca, necesitaba ese control que lo mantenía atrapado en un ciclo de deseo y miedo Soy tuyo... siempre. - Las palabras salieron de su boca casi sin pensarlas, como una súplica desesperada por algo que ni él mismo podía entender. Su cuerpo temblaba, su respiración se entrecortaba, y a pesar del miedo, la urgencia que sentía dentro de sí lo llevaba a querer más. Todo lo que importaba en ese momento era Klaus, y la necesidad de complacerlo, de ser lo que él necesitara.
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Draco apenas pudo contener un sollozo tembloroso cuando sintió los labios de Klaus en su cuello, las palabras suaves, casi reconfortantes, contrastaban brutalmente con la tensión creciente en el aire. Su mente luchaba por encontrar algún fragmento de calma, algo que le permitiera escapar, pero no había forma de alejarse. Todo su ser estaba atrapado en el magnetismo oscuro de Klaus, una mezcla de miedo, deseo y una extraña necesidad de complacerlo, de ser suyo por completo. -Yo... -intentó hablar, pero su voz salió entrecortada, demasiado débil para cortar el peso de la tensión que se cernía sobre ellos. Cada caricia, cada mirada de Klaus, lo desarmaba un poco más, hasta que ya no era capaz de distinguir sus propios deseos de los de su novio. Era como si toda su voluntad hubiera sido absorbida, dejando solo una sumisión vacía.El cuerpo de Klaus, cálido y pesado, lo mantenía inmóvil, y Draco no podía más que cerrar los ojos, sintiendo cómo cada vez más se deslizaba por esa pendiente de control y deseo que Klaus ejercía sobre él. El roce de los dedos de Klaus en su abdomen, la forma en que lo tocaba como si fuera su propiedad, hacían que su cuerpo traicionara sus pensamientos. De repente, Klaus lo volteó bruscamente hacia la pared. El impacto lo dejó sin aliento por un momento, y antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, sintió el cuerpo de Klaus presionándose contra el suyo, la parte baja de su novio encajando contra su trasero de una manera tan intensa que un gemido ahogado escapó de los labios de Draco, completamente involuntario. -K-Klaus... -gimió, su voz ahogada por la vergüenza y el miedo que se mezclaban con algo mucho más oscuro. La sensación del cuerpo de Klaus tan pegado al suyo, la forma en que lo hacía sentir diminuto, dominado, le provocaba un torbellino de emociones. Su cuerpo se estremeció bajo el peso del contacto, y aunque su mente gritaba en contra, sus reacciones físicas traicionaban cualquier intento de resistencia.
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El beso intenso que siguió lo dejó sin aliento, y aunque su mente gritaba que algo estaba mal, su cuerpo se rindió, aceptando el control de Klaus sin oponer resistencia. Cuando Klaus le dijo que se suicidaría si lo dejaba, Draco sintió una mezcla de miedo y culpabilidad enredándose en su pecho. La idea de perder a Klaus lo aterrorizaba más que cualquier cosa, y aunque sabía que la relación no era sana, el amor que sentía lo mantenía atrapado. Cuando Klaus le metió las grageas en la boca, Draco apenas reaccionó, masticando sin protestar, sus ojos buscando los de Klaus, buscando alguna señal de calma en medio de todo ese caos. -Sí... somos el uno para el otro susurró con voz quebrada, su cuerpo casi cediendo bajo el peso de Klaus-. Te cuidaré, Klaus. Haré lo que sea... solo... no te hagas daño. Sus manos temblaban al rodear la espalda de Klaus, aferrándose a él como si fuera su única salida, aunque en el fondo supiera que estaba hundiéndose más en esa relación tóxica. -Soy tuyo -murmuró, su voz apenas audible-. Y tú eres mío...
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