SoyKazanaMinatozaki

/Lo vio llegar. Con esa forma tan suya de caminar sin hacer ruido, de existir sin invadir. Y cuando la mano de él se alzó, Kazana entrecerró apenas los ojos, curiosa. Su mirada bajó lentamente hasta encontrarse con el pequeño objeto en su palma. Un colgante improvisado. Un hilo rojo, anudado con torpeza. Sencillo. Mal hecho. Perfecto. Porque no venía de una tienda. No venía de una promesa adornada. Venía de él.
          
          Escuchó sus palabras. Todas. Y por un instante, no dijo nada. Solo lo miró con esa expresión suya tan tranquila, tan suave, que parecía abrazarlo sin tocarlo. Entonces estiró la mano y lo tomó con sumo cuidado, como si el simple gesto de recibirlo ya fuera un acto importante.
          
          ── Puede que no sea bonito ──murmuró y levantó la mirada, directo a sus ojos──. Pero es lo más honesto que alguien me ha dado en mucho tiempo.
          
          /Sus dedos jugaron con el colgante por un momento. Era rústico, imperfecto. Y sin embargo… precioso.
          
          ── ¿Sabes? No me importa si está mal anudado. Me importa que pensaste en mí. Que tus manos lo hicieron. Y eso lo convierte en algo importante.
          
          /Y sin romper el momento, sin hacerlo más grande de lo que ya era, se lo ató alrededor de la muñeca, envolviéndolo como si se tratara de un amuleto. Le mostró la muñeca después, para que lo viera ahí. Visible. Presente. Llevado con orgullo. Y entonces dio un paso. Pequeño. Cercano. Y con el mismo tono con el que se dice algo que no se dice todos los días, añadió:
          
          ── Gracias por darme algo que no tenías que dar.
          
          /Porque eso, en su mundo… valía más que cualquier cosa comprada.

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/El aire estaba impregnado de polvo y luz dorada. Una misión de reconocimiento la había llevado hasta una estación abandonada, a las afueras de la ciudad. Silencio, ruinas, viento… nada nuevo.
          
          Kazana caminaba con calma, atenta, sin esperar encontrar a nadie. Hasta que lo sintió.
          
          Fue como una vibración leve en su interior. No hostil, pero tampoco del todo pacífica. Densa. Familiar. Una energía que conocía, aunque no la hubiera sentido en mucho tiempo.
          
          Se detuvo.
          Y entonces lo vio.
          
          Ahí estaba. De pie, entre escombros y sombras.
          
          No dijo nada al principio. Solo lo observó. El mismo de antes, pero a la vez… no.
          Habían pasado días. Tal vez semanas.
          Y, aunque no lo admitiría en voz alta, lo había extrañado.
          
          ── Vaya. ──murmuró, con una leve exhalación──. Pensé que eras un recuerdo.
          
          /Pausó. Bajó un poco la mirada, luego volvió a él.
          
          ── Pero sigues aquí…

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/Lo vio quebrarse. No se sobresaltó, no se apresuró a decir algo. Solo lo vio. Y por un segundo, el tiempo se suspendió. Como si el universo entero guardara silencio por respeto al corazón que, por fin, se atrevía a doler en voz alta. Sostuvo su mano, aún entrelazada con la suya, y sintió el leve temblor que recorría sus dedos. No soltó. No se movió. Y entonces, con la misma calma con la que la tormenta anuncia que pasará, dio un paso más. Acortó la distancia que aún quedaba, hasta que su frente se apoyó suavemente contra la de él. Su piel cálida, su aliento tranquilo.
            
            ── Llora, Choso… Aquí no tienes que esconder nada.
            
            /Su voz fue un susurro. No por timidez. Por respeto. Por ternura.
            
            ── Eres humano. Mucho más que muchos que se dicen así.
            
            /La mano en su mejilla no tembló. Siguió ahí, como ancla. Como promesa.
            
            ── Y si te duele, lo compartimos. Si cargas con demasiado, lo llevamos juntos.
            
            /Se quedó ahí. Frente a él. Sin apurar, sin exigir, sin quebrarse.
            
            ── Nadie te enseñó cómo se llora en calma. Pero ahora… ya no estás solo.
            
            /Y si su otra mano apretó apenas la suya, no fue para aferrarse a él.
            Fue para recordarle que ella también estaba ahí. Que no iba a soltarse.
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/Lo sintió. La forma en que sus palabras salieron sin filtros. La manera en que bajó la cabeza, como si la emoción pesara más que cualquier herida. Y ésta no se movió. No hizo ruido. Solo permaneció ahí. Porque lo entendía. No solo el “no quiero que te vayas”, sino todo lo que esa frase escondía detrás. La soledad, el miedo, la sorpresa de ser visto. La herida de alguien que ha sido arma, sombra, olvido. Y ahora, por primera vez, se permitía solo ser. 
            
            Entonces, con la misma mano que aún rozaba la suya, giró sutilmente la palma. Y con una delicadeza que apenas se notaba… entrelazó sus dedos con los de él. Un gesto pequeño, casi invisible, pero firme.
            
            ── Entonces no me iré. ──susurró──.
            
            /Y justo después, con una calma nacida de todo lo que por fin se atrevía a sentir, alzó su otra mano. Sin dudar. Sin titubear. Y la posó suavemente en su mejilla. El contacto fue cálido, protector, íntimo sin ser invasivo. Lo miró a los ojos, y esta vez no se guardó nada.
            
            ── Choso… no quiero que pienses que tienes que sostener algo solo. Porque si estás conmigo, lo cargo contigo. Sin miedo. Sin condiciones.
            
            /Su voz no tembló. No eran palabras torpes ni emocionales al borde del quiebre. Eran palabras claras, decididas, como quien ha esperado mucho para decirlas.
            
            ── Y si esto te da paz… entonces quédate. Porque yo ya elegí quedarme contigo.
            
            /Y ahí estaba Kazana. No como hechicera. No como alguien que sobrevivió. Sino como la única persona que podía mirarlo sin romperlo, que podía tocarlo sin herirlo, y que podía decir “estoy contigo” sin miedo a lo que eso significara.
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/Escuchó cada palabra como si se instalara directamente en su pecho. Pero fue cuando su nombre salió de sus labios que algo dentro de ella se estremeció. Suave. Honesto. Como si su existencia fuera algo sagrado para él. Y entonces lo sintió. Ese instante en el que todo se vuelve más claro. Más real.
            Como si él hubiera dicho exactamente lo que su corazón, en silencio, llevaba tiempo esperando.
            
            No respondió de inmediato. Solo lo miró. Una mirada larga, tranquila, sin juicio.
            Llena de esa comprensión que se siente como hogar. Como si en ella no hiciera falta explicar nada.
            Entonces dio un paso más. El último que faltaba. Y sin pensarlo demasiado, levantó la mano. Lenta. Cuidada. Como si le hablara con ella antes de tocarlo.
            
            Sus dedos rozaron la manga de su brazo, y de ahí se deslizaron suavemente hasta el dorso de su mano. Solo un toque. Apenas un susurro de contacto. Pero lo suficiente para que su piel supiera: Estoy aquí. Y no me voy a ir.
            
            ── Tal vez no hace falta que lo entiendas. ──dijo entonces, sin apartar los ojos de los suyos──. Solo sentirlo está bien.
            
            /El roce de sus dedos se mantuvo. Tranquilo. Sincero. Sin exigir nada, sin esperar nada. Solo estar.
            
            ── No voy a irme. No si tú no quieres. Y si esta calma existe… entonces también es tuya, Choso.
            
            /Sus palabras flotaron en el aire con la misma suavidad con la que lo tocaba.
            
            ── Porque yo tampoco quiero perderla.
            
            /Y ahí, en medio de la devastación, sin ruido ni caos… solo quedaban ellos.
            
            Él y ella.
            Un pequeño universo.
            Uno que ambos querían cuidar.
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SoyKazanaMinatozaki

 ## AAAAAH@*@?@*(!?@(!?@(@ Me hiciste el día. Muito obrigado<33

SoyKazanaMinatozaki

 ## Toma café pa dormirk. 
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SoyKazanaMinatozaki

 ## Espera, recién leo bien, ¿o sea que ya venías de la expo? khé-
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SoyKazanaMinatozaki

 ## ¿Casi las 3 a.m.? A mi me sale 3:53, casi las 4 prácticamente. Diomiooooo. Espero te haya ido bien en la expo aún con pocas horas de sueño, Mayyy. 
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