Esa «dulce» sonrisa nunca desapareció en todo este tiempo, no está de más añadir que se trata de ti y solamente de ti. Oh, y déjame confesarte que también extrañé ese dichoso apodo que me bautizaste tiempo atrás. Suena tan bien saliendo de tu boca, me es inevitable no pensar qué otras cosas podrías decirme y en el oído. Lo suficientemente bajo como para que nadie escuche. Por favor, abre esos brazos porque juro que en este preciso instante voy a aterrizar en ellos y quedarme por un prolongado tiempo indefinido. Reconozco que me he sentido segura abrazada a ti. ¡Mucho palabrerío y cursilería! Mejor cuéntame cómo estás. ¿Has hecho cosas? ¿Llegaste a conquistar corazones y a romperlos también?