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Andaba paseando al perro.

La misma compañía de siempre, ya es hasta algo habitual. Conseguí trabajo como seguridad en un bar. La paga es decente para lo que es, sólo me molesta la música fuerte.

El hombre no censura la sonrisa que tira de sus labios. Su postura es despreocupada, y se reclina ligeramente para emparejar estaturas.
            
            — La cosa ha ido bien. —Quizá la vida se tornase demasiado tranquila para él. Alza los hombros. La realidad es que no se puede quejar—. ¿Y tú qué? ¿En dónde te habías metido?

Lirael, ¿por quién me tomas? Mi memoria no es tan mala.

—Vaya que lo es. —Porque Tōji está acostumbrado a pasar desaparecibido.
            
            Se acaricia el vientre. Tiene mucha hambre y poco dinero.

Huyendo de la rutina, no mucho más. ¿Y tú qué, mmh?

/ Se recarga en una silla que le queda chica. Juguetea con sus propios dedos, aburrido.   Cuéntame algo interesante.

Prefiero abarrotarme con carne y dormir con el estómago lleno, pero hoy no me da el bolsillo.

¿Las banshees necesitan dormir?

— ¿Yo? Yo no suelo salir a estas horas. Sólo te acompaño. — No ha entendido la pregunta.
            
            Su mirada se encuentra con la de la Banshee, lo que le hace suspirar. No censura la ligera sonrisa que se presenta en sus labios. Ligera, genuina.
            
            ... Esto de las caminatas podría hacerse costumbre. Hacía tiempo que no sentía tal tranquilidad.

El fantasma de los Zen'in vaga a su costado. Los pasos de Tōji son silenciosos incluso con su andar perezoso. La noche se cierne sobre ellos, pero no hay nada que temer.
            
            — Lo he notado, sólo que nunca le di importancia. No me interesa saber la razón de todo, y hay cosas que directamente no la tienen. — Por supuesto que habla desde su perspectiva mortal, banal en comparación a lo que pueda vivir y presenciar un ser como ella. No le importa la dirección del viento, ni tampoco ir contracorriente. Más que vivir, sobrevivió toda su vida, sin esperar nada de nadie.
            
            Tanto caminar le abre el apetito, lo que lo lleva a divagar:
            
            — ¿Sales a caminar seguido?

Bueno, vamos.  / Listo, convencido. Tampoco tiene nada mejor que hacer.

— Por poder, puedes. — No significa que vaya a responder todo.
            
            Juega con su comida, con lo poco que sobra, y se da a entender que no está acostumbrado a hablar de sí mismo. Es curioso que la Banshee siempre lo encuentre comiendo, pero es la comida la que lo incentiva a ser un poco más conversador.

— Lirael. — Si para él los nombres no tuvieran importancia no usaría el apellido de su mujer. El hombre suspira, aparentemente conforme. — Nunca había oído ese nombre. Quizás lo recuerde.
            
            Esboza una sonrisa. Siente, de alguna manera, que en ese mismo momento se hicieron más cercanos.

/ Refunfuña. No le gusta sentirse menos.  Y tú, cosa, ¿tienes nombre?

— Es mi cara de siempre. 
            
            Responde con ironía. La cicatriz sigue el movimiento de la sonrisa que tira de sus labios. No es una herida reciente, y la Banshee es una excelente observadora.
            
            — Me la hicieron cuando era un crío. — Dedice compartir un retazo de su historia, sin ahondar en sentimentalismos banales. Su mirada es fría, inmutable. — Se podría decir que fue un regalo de ese clan de mierda. No representa nada para mí.

Es capaz de escuchar lo que diga sin soltar deliberadamente el hilo. Pocas veces se le ha visto tan intrigado con algún asunto.
            
            Pero la pregunta al final lo desconcierta. Si va con genuina preocupación de su parte o sencilla cortesía poco importa. Nada importa.
            
            — Estoy en medio de un trabajo. — Omite dar detalles por la naturaleza de su oficio. —. Puede que eso me tenga un poco ansioso. ¿Se me ve mal?
            
            Y le sonríe. Le sonríe como si no se le hubiese encomendado asesinar a una niña; el recipiente de plasma estelar.

Se queda mirando su mano, no la suelta. Con el pulgar tantea su dorso, justo donde con la yema debería percibir algún rastro de humedad por el beso. No hay nada.
            
            — Vaya. — Su expresión delata que no está del todo satisfecho, pero tiene la suficiente consideración como para dejarla en paz. — Esto es nuevo para mí. ¿Hay más como tú?