SoyTargaryenAemond

Lucerys Velaryon.... ¿Cómo es que estás jodidamente vivo? 

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El agarre se intensificó, incluso apretó y una vez que sus labios habían tomado distancia del ajeno, no le quedó de otra que posar toda su atención en el castaño. Su mano que le sostenía de la cintura viaja hasta su espalda. Moviéndose por sobre el traje que usaba su sobrino. —Ten cuidado, Strong. —le advierte Aemond. Había estado dispuesto a concederle el beneficio de la duda. A Lucerys. Tenía que repasar lo que ocurrió recientemente, en su mente martillaba el momento de ellos besándose desesperadamente, como si habían puesto todas sus ganas reprimidas en ello. —Sé un buen muchacho, Lucerys, pídeme lo que necesito saber. Tú más que nada lo quieres igual que yo, no me lo puedes negar, sobrino. —esa forma de deslizar los dedos por la extensión cubierta de su brazo, apretando levemente, palpando el músculo revestido por la manga aterciopelada de su jubón con una expresión apreciativa. Aemond procedió a soltar una risa contra su boca, jugando con la escasa paciencia de Lucerys. —¿Te gustó mi beso, Taoba? —preguntó en un susurro, mirándolo de arriba a abajo con una lentitud deliberada. Quería saber a fondo lo que ocurría por esa mente, necesitaba y era una urgencia saber lo que quería Lucerys Velaryon de Aemond. El príncipe estaba tan dispuesto a ceder tan fácilmente si se trataba de la más mínima cosa. 
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No pensaba con claridad en sus acciones, en lo que ocurría en su entorno, claramente lo único que deseaba en ese escenario era acabar con la poca cordura de Lucerys. Fue todo sorpresivo en cuanto su boca había aguardado una distancia del ajeno, iba a protestar por el alejamiento tan brusco pero nuevamente lo recibió. Era tan desesperado que sus labios volvieron a unirse sobre los de su sobrino. Jadeó ante el tirón de sus hebras platinadas, las manos de Aemond había tomado posesión sobre la espalda del castaño, juntando su pecho con el adversario. El beso estaba siendo subido de tono, su pulso era errático y su respiración estaba un tanto acelerado. Era evidente lo que ocurría. No obstante, Aemond mordió el labio inferior y tiró de este para apaciguar el ardor, para luego así tomar una distancia prudente. —Esto confirma mis sospechas. —murmuró el platinado sobre los labios de su sobrino, atrayendo de nuevo el rostro ajeno a las mismas acciones anteriores. Sus dedos se apretaban sobre la cintura de este con cierta fuerza, como si el toque de sus labios volviera a arder una vez más—.
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Esa sonrisa que detonaba aires de superioridad, algo pícara estaba en sus labios y no había manera en que desapareciera por nada en el mundo. La cercanía entre ambos le sentaba de maravilla, podía sentir el típico sonido del corazón latir con precisión, sabía que podía distinguir a Lucerys algo nervioso. Aemond Targaryen no pensaba en sus acciones en ese momento, esta vez lo llevaba a acariciar el labio inferior de su sobrino, perdiéndose en los ojos del adversario. —Sé que me deseas, sobrino. —había algo en su interior, le daba a entender esas señales que el contrario mandaba. El platinado admiraba ver al chico nerviosismo, parecía una presa y claramente, el Targaryen menor era atraído. Su rostro que parecía mostrar diversión pasó a mostrar seriedad, el calor que emanaba el cuerpo ajeno parecía enloquecer al jinete. No lo contuvo más. Los labios de Aemond habían tocado los de Lucerys una vez más que en su mente le pedía que lo hiciera sin importar las consecuencias. El príncipe Aemond estaba besando al bastardo Strong que gran furor—.
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