Lu… —la voz se le suavizó al verla, como si algo en su pecho por fin encajara en su lugar. Sin pensarlo dos veces, abrió los brazos y la pequeña se estrelló contra ella. Susan la sostuvo con fuerza, hundiendo el rostro un instante en su cabello—. Mi Lucy. —se separó solo lo suficiente para mirarla, sosteniendo sus mejillas entre las manos, casi como cuando eran más jóvenes—. No sabes cuánto te extrañé. Narnia nunca brilla igual sin ti —dijo con una sonrisa cálida, sincera, esa que siempre le dedicaba solo a Lucy—. Bienvenida, pequeña.