SoyMarinaZardoya

⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀
          	
          	⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀
          	⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯Une barque sur l'océan
          	

SoyMarinaZardoya

acabé como acabé porque nunca me compraron la membresía del club penguin. 
Reply

SoyMarinaZardoya

Hasta que en un punto, su deseo de un “plato fuerte” la llevó a orquestar un crimen. No fue impulsivo: fue quirúrgico, calculado. Eligió a un matrimonio poderoso, dueños de una empresa que había destruido a la familia de su más preciado amigo, un exmilitar al que admiraba desde niña. Él le enseñó todo lo que sus padres hubieran preferido que ignorara: cómo manejar armas, cómo leer un terreno, cómo pasar desapercibida. Nunca hubo una connotación extraña en su relación, pero sí una simbiosis peligrosa: él veía en ella una mente aguda, una potencial aprendiz dispuesta a crecer y a ayudar al necesitado, ella en él una puerta a un mundo que nadie más le ofrecía. El crimen fue limpio, sin testigos, a distancia. No hubo dramatismo, ni sangre en sus manos; solo un proceso bien ejecutado: primero cayó su fortuna, luego ellos. No sintió culpa, solo una extraña satisfacción, como quien resuelve un rompecabezas. Pero no se detuvo ahí. Ese primer acto no fue un final, sino una prueba.
          	  En su mente, el mundo tenía espacio de sobra para una anomalía como ella. “Miles de millones de personas… que una lleve una vida corroída no es una tragedia, es estadística”, solía repetirse. Con ese pensamiento como escudo, se lanzó a una vida nómada y mutable; cambiaba de rostro, de nombre, de historia. Cuando no había un asesinato en el horizonte, se conformaba con derribar sistemas. Robaba datos confidenciales, infiltraba redes, exponía secretos y observaba cómo imperios enteros se desplomaban con la presión justa en el lugar correcto. Para Marina, cada caída era un recordatorio de que nada —ni nadie— es intocable.
Reply

SoyMarinaZardoya

Movida por la vida con una calma engañosa, como si nada pudiera alterar su equilibrio; bajo esa superficie tranquila ardía un fuego: el deseo profundo de derribar personas, imperios y todo lo que considerara digno de caer. Quizá por eso, a lo largo de unos años, había perfeccionado el arte de la mentira como si fuera una segunda lengua. Lo curioso es que, a pesar de ello, seguía siendo crédula… o al menos lo aparentaba. A veces confiaba por impulso, otras solo fingía hacerlo, pero en ambos casos lo usaba como arma. No se movía por odio ni por justicia; lo suyo era el hambre. Hambre de conocimiento, de control, de sentir que podía torcer la realidad a su antojo. Pasaba horas absorbiendo datos, analizando sistemas, imaginando cómo podrían romperse. El mundo, para ella, no era un lugar para habitar, sino un tablero que merecía ser volteado de vez en cuando.
Reply

SoyCirceMurano

Qué peligro que estén llegando tantos Natchfalke,no voy a esconder que me intimida. Al final del día el que tiene la información, es el que tiene el poder sobretodo. Bienvenida seas, ángel. He oído cositas sobre ti, todo bueno por supuesto y con mucho aire de misterio. Tu casa debe estar orgullosa de tenerte.

SoyMarinaZardoya

⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀
          
          ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀
          ⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯Une barque sur l'océan
          

SoyMarinaZardoya

acabé como acabé porque nunca me compraron la membresía del club penguin. 
Reply

SoyMarinaZardoya

Hasta que en un punto, su deseo de un “plato fuerte” la llevó a orquestar un crimen. No fue impulsivo: fue quirúrgico, calculado. Eligió a un matrimonio poderoso, dueños de una empresa que había destruido a la familia de su más preciado amigo, un exmilitar al que admiraba desde niña. Él le enseñó todo lo que sus padres hubieran preferido que ignorara: cómo manejar armas, cómo leer un terreno, cómo pasar desapercibida. Nunca hubo una connotación extraña en su relación, pero sí una simbiosis peligrosa: él veía en ella una mente aguda, una potencial aprendiz dispuesta a crecer y a ayudar al necesitado, ella en él una puerta a un mundo que nadie más le ofrecía. El crimen fue limpio, sin testigos, a distancia. No hubo dramatismo, ni sangre en sus manos; solo un proceso bien ejecutado: primero cayó su fortuna, luego ellos. No sintió culpa, solo una extraña satisfacción, como quien resuelve un rompecabezas. Pero no se detuvo ahí. Ese primer acto no fue un final, sino una prueba.
            En su mente, el mundo tenía espacio de sobra para una anomalía como ella. “Miles de millones de personas… que una lleve una vida corroída no es una tragedia, es estadística”, solía repetirse. Con ese pensamiento como escudo, se lanzó a una vida nómada y mutable; cambiaba de rostro, de nombre, de historia. Cuando no había un asesinato en el horizonte, se conformaba con derribar sistemas. Robaba datos confidenciales, infiltraba redes, exponía secretos y observaba cómo imperios enteros se desplomaban con la presión justa en el lugar correcto. Para Marina, cada caída era un recordatorio de que nada —ni nadie— es intocable.
Reply

SoyMarinaZardoya

Movida por la vida con una calma engañosa, como si nada pudiera alterar su equilibrio; bajo esa superficie tranquila ardía un fuego: el deseo profundo de derribar personas, imperios y todo lo que considerara digno de caer. Quizá por eso, a lo largo de unos años, había perfeccionado el arte de la mentira como si fuera una segunda lengua. Lo curioso es que, a pesar de ello, seguía siendo crédula… o al menos lo aparentaba. A veces confiaba por impulso, otras solo fingía hacerlo, pero en ambos casos lo usaba como arma. No se movía por odio ni por justicia; lo suyo era el hambre. Hambre de conocimiento, de control, de sentir que podía torcer la realidad a su antojo. Pasaba horas absorbiendo datos, analizando sistemas, imaginando cómo podrían romperse. El mundo, para ella, no era un lugar para habitar, sino un tablero que merecía ser volteado de vez en cuando.
Reply