SoyYvesSheffield

El rubio dormía profundamente, envuelto en una maraña de sábanas desordenadas. Su respiración era tranquila, aunque de vez en cuando su ceño se fruncía, como si algo en su sueño lo inquietara. Una de sus manos colgaba fuera de la cama y la otra descansaba sobre su pecho desnudo, justo donde el latido era más fuerte.La habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz tenue que se filtraba desde la calle. El reloj en la mesita de noche marcaba las 2:30 a.m., parpadeando en rojo. Yves murmuró algo entre dientes, girando apenas sobre el colchón, cuando un ruido medio fuerte sonó a través de su ventana. Al instante lo reconoció, y aún adormilado fue a abrir la ventana de las escaleras de emergencia. Cuando vio al chico que se hacía llamar "Spiderman", "el Hombre Araña", todo desaliñado y con diversas heridas en el cuerpo, además del traje raspado, su preocupación se elevó de inmediato, y su primera reacción fue abrazarlo. —¡Maxwell! —dijo en un tono bajo, asustado, mientras lo ayudaba a entrar a su habitación sin hacer ruido. Lo recostó con cuidado en su cama, procurando que no se rasguñara más o, peor aún, se quebrara algo.Ya en la cama, su mano se posó en la mejilla ajena, acariciándola con suavidad.

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Yves levantó la mirada con una sonrisa ladeada, con la boca aún húmeda y sus labios enrojecidos por tanto placer compartido. Le encantaba verlo así, tan cerca del borde, temblando, jadeando, con los celos marcando cada palabra.
            —Pues que lo vea, Max… —susurró, dejando un beso lento en la punta—.Que vea cómo soy adicto a tu polla y como te la mamo hasta que toda tu "leche" este por mi rostro. - Volvió a tomarlo en la boca sin aviso, más profundo esta vez, succionando con ritmo firme, mientras sus dedos acariciaban su base con ternura sucia, sin dejarle escape.
            Maxwell gimió fuerte, por fin soltando todo, su cuerpo estremeciéndose, las caderas impulsándose por reflejo.Yves lo sostuvo todo, sin apartarse ni un segundo, dejando que se corriera en su boca mientras cerraba los ojos y lo saboreaba como si fuera suyo.
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Yves sintió cómo los dedos de Maxwell se hundían en su cabello, sujetándolo con firmeza. Eso solo lo excitó más. Sin despegar la boca de él, dejó escapar un gemido bajo contra su piel, haciendo vibrar cada succión. Sus ojos se alzaron un segundo, brillando con picardía mientras aceleraba el ritmo, tomando más profundo, sin apartarse.Le encantaba sentirlo contener los gemidos, sabiendo que si pudiera, gritaría su nombre.Con una mano acarició su muslo, y con la otra lo sostuvo en la base, marcando el ritmo exacto, húmedo, cálido, perfecto.—Mmm… tan rico así, Max… —susurró sin sacárselo del todo—.Quiero que te vengas en mi boca… sin pensar en nada más que en mí. - Y volvió a tomarlo, más profundo, como si lo necesitara para respirar.
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Soltó un gemido ahogado mientras se apartaba un momento, con la respiración agitada y la erección todavía palpitando. Sin decir una palabra, se arrodilló frente a él, con los ojos brillando de deseo.Tomó su miembro entre las manos con delicadeza, pero con hambre, y empezó a chupar la punta despacio, saboreándolo, hasta que la mitad estuvo dentro de su boca.Lo succionaba con ritmo, sintiendo cada gemido de Maxwell recorrerle el cuerpo como electricidad.Yves no paraba. Cuanto más lo escuchaba gemir, más excitado se sentía. Cada vez lo tomaba más profundo, como si en ese momento solo existiera el placer que podía darle.
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