Curar a Kankuro había sido, sin duda, todo un reto para Sakura. Tsunade, su maestra y Quinta Hokage de Konohagakure, había enviado a la dulce pelirrosa y su inseparable compañero a la Aldea de la Arena como parte del apoyo al Kazekage. Para la poca fortuna de todos, Gaara había sido atrapado por los Akatsuki, por lo que pronto deberían emprender una misión para rescatarlo.
Acomodando sus guantes tras haber arreglado sus cabellos en una coleta alta, la de ojos esmeraldas se encontró en el pasillo con esa azabache que traía luz a su vida. Esbozó una sonrisa cuando notó su presencia, acercándose a ella para revisar que todo estuviera en orden con su chica.
──── Afortunadamente sí, pero fue una ardua tarea. Levanta los brazos, anda. ──── Concentró chakra en sus manos, cerrando así las heridas y rasguños que poseía la Uchiha. Con sus manos reposando en el abdomen de la poseedora de esos luceros onix, Sakura decidió depositar un casto beso en sus dulces labios. ──── Ni una queja sobre lo ocurrido, ¿bien? No es tu culpa, cariño. Ahora debemos planear cómo derrotar a esos miembros de Akatsuki, pero primero debes reposar.
