Abrió los ojos como platos a causa de la sorpresa. Ella había reconocido al instante que era un Azteca.
—¡Increíble! Se ve que sabes de cultura y en sí en mi mundo vivo en las islas flotantes o mejor conocidas como Eragon, se podría decir que es un Tenochtitlan, pero sin la invasión de los españoles y aislado de los demás —explico haciendo movimientos con las manos para hacer un dibujo de las islas en el aire—. Soy Unay, guerrero Azteca —golpeo su pecho descubierto con el puño como si esto demostrará su fuerza.