¿Olor a vida ruidosa y humedad? Por un instante creí que insinuaba que venía mojado por razones menos poéticas. Creo que sabe a lo que me refiero, o eso espero. Ya sabe, esas pequeñas… «necesidades y circunstancias naturales» que acompañan a un lobo después de una buena carrera entre los abedules. —Miró sus propios pantalones con gesto crítico—. ¡Pero parece ser que no! Está visto que hoy no traigo barro, ni agua, ni nada más comprometedor. Qué decepción, ¿eh? Y en cuanto a la bienvenida, no esperaba que olvidara catorce siglos de lo que sea que arrastre su linaje. Solo esperaba algo un poco menos dramático que recibirme como si fuera la mismísima plaga de langostas. Pero dígame, si tanto desprecio siente, ¿por qué me habla? ¿por qué su voz no suena a alguien horrorizado? Puesto que la escucho más como si sonara a alguien curioso. Y, por cierto, si piensa que voy a disculparme por ‘oler a vida’, te aviso desde ya que es lo único que un lobo no va a dejar en la puerta. Porque recuerda que la muerte viaja ligera, pero es la vida la que siempre deja huella.