SoyJoIeneBlack

El tirón de la aparición le arrancó el aire de los pulmones. Cuando el suelo volvió a formarse bajo sus pies, Jolene se tambaleó apenas, conteniendo el impulso de soltar una maldición. El bosque los envolvía con su humedad espesa y el eco de la magia antigua que parecía respirar entre los árboles.
          
          —Qué considerado —murmuró con sarcasmo, sacudiéndose la capa como si eso bastara para desprenderse del contacto anterior—. La próxima vez, avísame antes de decidir por los dos.
          
          Su tono era afilado, pero su respiración seguía un ritmo irregular. La sensación del agarre en su muñeca todavía ardía, una línea invisible de fuego que intentaba ignorar.
          
          —No necesito que me digas cómo actuar, Peter. Sé perfectamente cuándo atacar y a quién confiarle mi varita. —Sus ojos lo buscaron un segundo, fríos, medidos—. Pero si esperas que me quede mirando mientras te destruyes, entonces no me conoces tanto como crees.
          
          Avanzó unos pasos, quedando a su lado, aunque sin mirarlo directamente. El silencio del bosque parecía pesar sobre ambos, lleno de todo lo que ninguno estaba dispuesto a decir.
          
          —Y para que quede claro —añadió con una calma gélida—, si las cosas se ponen feas, decidiré por mí misma a quién salvar.
          
          El filo de sus palabras contrastó con el leve temblor que recorrió sus dedos al ajustar la varita entre ellos. Luego echó a andar hacia la oscuridad, sin esperar su respuesta, pero sabiendo —igual que él— que ninguno de los dos iba a separarse todavía.

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—Siempre tan dramático —soltó una risa seca, sin apartar la mirada de él. Sus brazos permanecían cruzados, el cuerpo tenso, pero su voz sonó tan serena que casi dolía—. Deberías dejar de confundir la obsesión con lo que sea que crees sentir.
          
          Dió un paso hacia un lado, evitando su mirada como si cada segundo frente a él la consumiera un poco más. Fingió indiferencia; la calma era su escudo, el control su única arma.
          
          —No necesito que me recuerdes lo que pasa cuando dices mi nombre, Peter —susurró, esta vez con un filo en la voz—. Lo que pase o deje de pasar entre nosotros no cambia nada. No cambia quién eres. Ni lo que hiciste.
          
          Guardó la varita con un movimiento seco, sin darle oportunidad de responder. Se giró despacio, el aire a su alrededor cargado de algo tenso, eléctrico.
          
          —Terminaré la misión, como siempre. Pero la próxima vez… procura no confundirte. No todo el mundo está dispuesto a seguirte al infierno solo porque tú ya no sabes salir de él.
          
          Y sin decir más, echó a andar. Cada paso era un intento de convencer a su propio corazón de que no mirara atrás. Solo el temblor leve en sus dedos traicionaba lo que en realidad estaba sintiendo.

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Tenerlo tan cerca provocaba que su respiración se volviera más pesada y sintiera sus piernas flaquear cuando él la miraba, con esa mirada intensa que sentía que podría ver dentro de ella, que podría ver su alma y desarmarla en el momento que él quisiera con tan solo verla. 
          
          Sentía el impulso de dar un paso más, de tenerlo cerca siempre, de tocarlo en cada oportunidad que se le ofreciera, pero nunca lo hacía, no cuando creía que podría traicionarla así como lo hizo con sus amigos y su hermano.
          
          — Lo sé... —habló bajo, sintiendo que su voz no salía lo suficientemente fuerte— Sé que no quieres ser salvado, lo noto.
          
          Su mirada se suavizó pero cuando Peter se apartó, Jolene cerró sus ojos y soltó el aire que no supo que estaba reteniendo.
          
          «¿Por qué sentí que bajé la guardia...?» Se preguntó a sí misma, arrepintiéndose al actuar de esa manera con él.
          
          Asintió y volvió a aferrarse a su varita como lo hacía cuando salían a cada misión, pensando que su varita era la única cosa que la protegía. —Tienes razón, después de la misión solo le daremos el informe a Bellatrix y ya no nos veremos más —dijo, regresando a su postura fría y lejana para salir de aquella habitación, dónde comenzaba a sentirse asfixiada. 

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Una risa sarcástica salió de sus labios y comenzó a negar, desviando la mirada unos segundos para después mirarlo de nuevo con una ceja alzada.
          
          — Tienes razón, me importas un carajo. —se alejó de él y de manera lenta caminó hacia la mesa para tomar su varita— Claro que me hubiera ido sola, pero no quisiera tener a Bellatrix detrás de mí esperando una explicación del porqué no estás conmigo, ¿sabes lo molesta que es? 
          
          Preguntó, girando sobre sus talones con varita en mano para acercarse a él de nuevo. Sentía que cada paso que daba era algún movimiento peligroso que tenía que hacer con el sigilo suficiente para evitar recibir algún daño, no quería ser lastimada —al menos no más de lo que ya se sentía—pero no podía evitar seguir caminando hacia él.
          
          Al estar lo suficientemente cerca, puso sus manos por la camisa de Pettigrew y comenzó a deslizarlas por el cuello de su camisa para arreglarlo y abotonar la camisa, mirándolo de vez en cuando a los ojos.
          
          — Procura no venir en esas fachas, como dije, odio que Bellatrix me pida explicaciones de ti hasta por respirar.