𝕻.

Terminó dejando sus estudios, atravesada por problemas identitarios causados por su nueva naturaleza biológica y los problemas neuronales que trajo consigo.
          	  Con el tiempo fue aprendiendo a convivir con su cuerpo, descubriendo como alterar la densidad de este, llevándolo a un estado más viscoso y denso capaz de ser moldeado. También fue aprendiendo sobre sus debilidades; en temperaturas muy frías su cuerpo se solidificaría, y en caso contrario podría evaporarse levemente. Pasar mucho tiempo en esa forma confunde a su mente, dejándole una memoria difusa y un sabor a perdida. 
          	  
          	  Rápidamente su existencia se volvió errática, lo que la motivó a irse a Gotham. No por lo noble, sino por lo corrupto. Con sus rumores de laboratorios abandonados, médicos caídos en desgracia y sótanos con experimentos subvencionados por la mafia inquirieron en que fuera a buscar una solución, algo que pudiera revertir su condición.
          	  
          	  Ahora opera de forma solitaria, todavía buscando soluciones. Se mueve por el sistema cloacal de The Narrows y el subsuelo industrial de Cauldron y Burnley. Se desliza como parte del agua misma. Ha aprendido a leer los patrones del crimen local, y cuando le conviene intervenir. Y cuando actúa, lo hace sin palabras. Se arrastra por la piel del culpable, lo envuelve, lo disuelve. Algunos dicen que lo hace para vengar a otros. Pero quienes la conocen mejor, susurran que lo hace para estudiar cómo los cuerpos se rompen… y ver si aún hay algo que pueda componerse en ella.

　　　»   Philippa Halstead, alías Slime, es una metahumana proveniente de Central City, pero que ahora reside en los suburbios de The Narrows en Gotham. 
          	  
          	  Obtuvo sus poderes en una visita universitaria a una planta de procesamiento químico. Mientras recorría una zona restringida por error, una falla en el sistema de contención liberó una nube de biotoxinas experimentales:
          	  compuestos diseñados para descomponer residuos orgánicos de forma acelerada. Philippa cayó al suelo, convulsionando, mientras su piel adquiría un brillo húmedo y sus dedos parecían derretirse como cera bajo el sol.
          	  La empresa lo llamó "una reacción alérgica", pero Philippa sabía que algo había cambiado. Su cuerpo ya no era suyo. O al menos, no como antes. En los días siguientes, descubrió que podía licuar partes de sí misma. Su brazo se convertía en una masa viscosa que podía estirarse, envolver objetos, incluso atravesar rendijas. Su piel se volvía translúcida, sus órganos se desplazaban como si flotaran en gelatina. No sentía dolor. Sentía... otra cosa. Una mezcla de poder y pérdida.