A lo largo de los años, Rhett se dedicó al rancho y a su hijo. Aunque Noah creció en un ambiente lleno de amor, Rhett continuaba luchando con sus propios sentimientos. La soledad emocional se convirtió en su compañera, y encontró consuelo en la rutina diaria del rancho y en la relación con su hijo, quien se convirtió en su mejor amigo y confidente.
Un verano, cuando Noah ya tenía 24 años, Rhett decidió llevarlo de vacaciones a Escocia. El viaje fue una oportunidad para fortalecer su relación y escapar de la rutina. En Escocia, mientras exploraban un pequeño pueblo costero, Rhett conoció a Angelo MacIntyre, un abogado local con raíces escocesas e italianas, y padre de una hija llamada Carmy.
Angelo era un hombre carismático y extrovertido, todo lo contrario a Rhett. La conexión entre ellos fue inmediata, y aunque Rhett al principio intentó resistir sus sentimientos, la calidez y la paciencia de Angelo lo conquistaron. Carmy, la hija de Angelo, era inteligente, curiosa y llena de vida. Aunque al principio desconfiaba de Rhett, pronto desarrollaron una relación afectuosa basada en el respeto y la admiración mutuos.
Durante las semanas que siguieron, Rhett, Angelo, Noah y Carmy formaron una pequeña pero unida familia, explorando juntos los hermosos paisajes escoceses y compartiendo historias de sus vidas. Para Rhett, este era un territorio completamente nuevo; nunca antes se había permitido enamorarse de otro hombre, y aunque la idea lo asustaba, también lo llenaba de una paz que nunca había conocido.
Al final de las vacaciones, Rhett enfrentó la decisión más difícil de su vida: regresar a Texas, al rancho y a la rutina que había conocido durante décadas, o dar un salto de fe y mudarse a Escocia para estar con Angelo y Carmy. Tras muchas noches de reflexión y conversaciones con Noah, quien lo apoyó incondicionalmente, Rhett decidió seguir su corazón por primera vez en su vida y mudarse a Escocia.