— Con su mano libre se dio a la tarea de empezar a recorrer el cuello de Lestrange usando solo las puntas de sus helados dedos, bajando lentamente hacia su pecho, subiendo y repitiendo éste patrón. Una vez había permitido entrada al pulgar de su hombre dentro de su boca, empezó a succionar este sin demasiada intensidad, sabiendo que aquella acción era capa de volver loco a su esposo en muchos sentidos. Una vez que Rodolphus retiró por completo su mano de su rostro, Bellatrix dejó la daga en manos de él sin poner resistencia alguna; mientras él hablaba, se dedicó a contemplar el rostro ajeno como si tratara de memorizarlo, sin embargo su mirada no dejaba de ser inquietante. Al escuchar la petición de su esposo, lo primero que hizo fue tomar entre sus frías manos su mano ya ensangrentada como si de algo sumamente frágil se tratara; con cierta fuerza pasó su dedo pulgar entre la herida de este, provocando que se intensificara un poco, agrandando su largura. Lo hizo con el fin de ver la expresión de dolor de su esposo, cosa que le resultaba emocionante, haciendo que el calor en su cuerpo se intensificara; todo esto lo hizo manteniendo una sonrisa divertida en sus labios rosados. Aún haciendo esto, se acercó lentamente al oído de su esposo, lamiendo antes que nada el contorno de esta. — Suplicame que me detenga y yo obedeceré, mi esposo. — Se alejó con la misma velocidad y sin dejar de ver a sus ojos, lamió su herida, consumiendo la sangre que de esta aún brotaba. Saboreó con dedicación el sabor de su sangre, digiriendo parte de ella aún siendo mínimo lo que se le permitía. — Siempre serás parte de mí. Haz sido de las personas que más he odiado, nunca podría dejar de lado a mi dulce marido. Estoy atada a ti, y eso nadie nunca podrá corromperlo. — Una vez más se acercó a su oído, riendo a un volumen no tan escandaloso como acostumbraba. — Te pertenezco, Rodolphus. Puedes hacer conmigo lo que te plazca.