SoyJackArchibald
Jack había salido un momento a tirar la basura cuando la vio. Rose estaba allí, bajo la lluvia, los brazos cruzados sobre su propio cuerpo tembloroso, el cabello pegado a su rostro, los ojos reflejando una tristeza profunda.
—¡Rose! —exclamó Jack, sorprendido. Sin pensarlo dos veces, se acercó a ella, quitándose su chaqueta para ponerla sobre sus hombros.
—Ven conmigo, estás empapada —dijo con suavidad, guiándola con una mano en su espalda hacia su departamento. Dentro, el calor del lugar contrastaba con el frío de afuera. Jack la sentó en un taburete junto a la barra de la cocina mientras buscaba una toalla. Volvió rápidamente y, con cuidado, la envolvió en ella, frotando sus brazos con suavidad para darle algo de calor. —¿Quieres tomar algo? —preguntó, su voz cargada de preocupación. Se inclinó levemente sobre la barra, mirándola con atención—. Algo caliente… ¿té, café? O algo más fuerte, si lo necesitas.
Sus ojos la recorrieron, buscando respuestas en su mirada, esperando que hablara, que le dijera qué la había llevado a estar afuera en la lluvia de esa manera.
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Jack la miró con una mezcla de ternura y preocupación. Se tomó un momento antes de responder, asegurándose de que cada palabra que saliera de su boca fuera genuina, que ella sintiera que realmente la escuchaba. —No tienes que fingir conmigo, Rose —dijo en voz baja, sin apartar la mirada de ella—. No tienes que ser fuerte todo el tiempo.
Dio un paso más cerca y apoyó un codo en la barra, inclinándose ligeramente hacia ella, manteniendo la distancia justa para que no se sintiera invadida, pero lo suficientemente cerca para que supiera que estaba allí. —A veces, dejarse caer un poco no significa que todo se va a desmoronar. Significa que eres humana. Que mereces descansar también. Observó cómo sus dedos jugaban con el borde de la taza, como si intentara aferrarse a algo tangible en medio de la tormenta dentro de su mente. Sin dudarlo, Jack extendió la mano y la posó con suavidad sobre la suya, un gesto simple, pero lleno de intención. —Me quedaré contigo el tiempo que necesites —susurró, con una pequeña sonrisa—. No tienes que decir nada más. Solo estamos tú y yo, y esta noche.
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Jack apoyó las manos sobre la barra y la observó en silencio por un momento. Sus ojos se suavizaron al verla así, frágil, agotada. —No tienes que disculparte, Rose —respondió con voz baja, pero firme. Se acercó un poco más, inclinándose lo suficiente para que ella pudiera verlo sin necesidad de levantar demasiado la mirada—. Estoy aquí, ¿de acuerdo? No tienes que cargar con todo sola. - Dejó escapar un suspiro y rodeó la taza con sus propias manos, dándole un poco más de calor. —Bebe despacio, te hará bien —dijo con una leve sonrisa—. Y si quieres hablar… o simplemente quedarte en silencio, está bien. No tienes que ser fuerte ahora mismo.
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