Tienes que aceptar tus extrañas –y tormentosas– raíces, Roxy. Y a medias, recuerda que te adopté cuando no encontré al Rottweiler que deseaba para hacerle compañía a mi pequeña Hera; te manda disculpas por casi clavar sus dientes en tu cuello la vez pasada. Conozco aquella palabra a la perfección, pero me interrumpen siempre que deseo aplicarlas, no seas envidiosa. Me sirve mientras no mires a los demás, soy un poco celoso.