La forma en la que Kael sonreía provocaba que tragara saliva disimuladamente. La diferencia de altura, a pesar de ser ella la mayor, hacía que sus piernas flaquearan por un momento y la sonrisa que Kael tenía en el rostro, que contenía una mezcla de emociones, fue su detonante para que un ligero nerviosismo recorriera su cuerpo.
Cuando la tomó por las caderas no le quedó otro remedio que sostenerse del cuello del castaño. Sentir su respiración cerca de su cuello y el roce de sus labios hizo que soltara un jadeo, mordiendo su labio inferior para evitar que más de estos salieran de su boca. —¿Quién dijo que no lo hice? ¿Quién dijo que no disfruté ver cómo implorabas por mí y cómo te desesperabas?— Admitió con una sonrisa burlona en su rostro, controlando que su cuerpo no hiciera un movimiento involuntario ante la cercanía.
¿Cómo es que habían llegado a ese punto siendo hermanos? Ni ella misma se lo explicaba pero, sinceramente, lo estaba disfrutando. Una parte de ella le decía que estaba completamente mal de la cabeza al hacer ese tipo de cosas con su propio hermano, pero la otra parte le dejaba la mente en blanco al ver tan de cerca sus ojos y sus delgados y finos labios, la manera en la que la tomaba pero al mismo tiempo era delicado con ella la volvía loca.
Y todo pareció esfumarse para ella cuando sintió los labios de su hermano chocar contra los de ella. Era un beso que tal vez ambos necesitaban para descargar la tensión acumulada después de esa “pelea”. Kenna no tardó en seguirle el paso en aquel beso, jugando con su lengua y soltando jadeos dentro de la boca del contrario mientras lo tomaba por las mejillas, para sentirlo más cerca, si es que eso era posible.