El corazón del rubio estaba acelerado, al estar jugando no esperaba ser el primero, sin embargo estaba encantado de lo que le había tocado hacer. Caminó a pasos lentos hacía su esposo, sus manos estaban sudando ligeramente entre más cerca estaba de él.
─ Hola, mi cielo. Estoy aquí para cumplir mi reto, aunque no se siente tanto como uno ─una sonrisa coqueta formó en los labios del semi-dios una vez que estuvo frente a su esposo─. Es como premio o premio.
Con ambas manos tomó al pelinegro del rostro, acunándolo. Se levantó sobre las puntas de sus pies, intentando alcanzar los belfos ajenos, rozándolos apenitas, queriendo jugar un poco con él.
Sus manos fueron deslizándose a través de todo el torso de su amor, haciendo un camino de caricias con sus dedos, hasta que llegó al dobladillo de su camisa. Mordió su labio un poco nervioso, quedándose quieto en su lugar hasta que se sintiera preparado para hacer lo siguiente.
─ Parece que a Cosmo le gusta que te quite la camisa, aunque honestamente, es toda una experiencia verte sin ella. Se lo agradezco.
Sin más, coló sus manos dentro de su prenda superior, acariciando con gentileza cada detalle de su piel bronceada, ansiando por verlo pronto sin nada cubriendo su torso. Tomó el borde entre su dedo índice y medio para comenzar a deslizar la tela hacía arriba, con una lentitud casi tortuosa para sí mismo.
Cuando terminó de retirarla por completo, se inclinó de nuevo hacía el rostro de su pareja y sin más juego previo, unió sus bocas de manera desesperada, sus movimientos lo delataban. El gesto duro sólo unos segundos, y lo concluyó mordiendo su labio inferior.
