Desesperada, Zephyrine intentó buscar respuestas, pero lo que no sabía es que la mansión ya había reclamado su alma. Una noche, en un impulso de desesperación, Zephyrine subió a la cima de la mansión, sin poder soportar más el peso de su dolor. El dolor de la traición, de la mentira de Charles, y la abrumadora sensación de estar atrapada en un mundo que ya no tenía sentido. Fue allí, en la oscuridad de la noche, cuando la mansión finalmente la reclamó. En un acto de desesperación, Zephyrine cayó desde lo alto de las escaleras, encontrando la muerte al estrellarse contra el suelo frío.
Desde entonces, su alma quedó atrapada en la mansión. Cada noche, al caer el sol, Zephyrine revive su última noche en vida: la desesperación de descubrir la traición de Charles, su huida hacia la mansión en busca de consuelo, y su trágica caída desde las escaleras. Como los demás fantasmas de la mansión, está condenada a revivir su muerte una y otra vez. Cada noche, el dolor de su corazón roto y el dolor de su muerte se repiten, como una pesadilla interminable.
A medida que las horas pasan, su espíritu vaga por los pasillos vacíos de la mansión, buscando a Charles, esperando encontrar una respuesta, un consuelo que nunca llega. El piano siempre suena en la distancia, pero al acercarse, siempre está vacío. Y cuando el amanecer llega, el ciclo se reinicia. La tragedia de su muerte se borra y comienza de nuevo.
Zephyrine está atrapada, condenada a revivir su sufrimiento una y otra vez, sin poder escapar de la mansión que la observa y la retiene en su tristeza, donde el amor traicionado y la desesperación son su única compañía eterna.