"—Está todo bien, te lo prometo.—" Traté de tranquilizarlo, asegurándole mi bienestar.
Hubo unos segundos de silencio. "—¿Amor?"— lo llamé con cariño. Escuché su suspiro al otro lado de la línea.
"—Sí, estoy aquí, solo... lo recuerdo, sí.—" Su respuesta me llegó con una calma reconfortante, y la imagen de él concentrado, haciendo esa mueca que siempre hacía cuando escuchaba atentamente mis palabras, me brindaba la serenidad que necesitaba recuperar.
"—Estábamos acostados en la misma camilla, mientras te contaba todas las veces que había ido al hospital de niña por las razones más tontas, acariciaba tu mano mientras yacía recostada en tu pecho.—" Recordé la situación, reviviendo las sensaciones de esa noche, y sentí cómo los vellos de mis brazos se erizaban ante la idea. "—Aunque tú estabas tan tranquilo, podía escuchar tu corazón, sentir tus manos temblar mientras las acariciaba, percibir tu vulnerabilidad, pero tú solo querías asegurarte de que yo estuviera bien."
Miré mi anillo de compromiso, ahora manchado por la suciedad y empañado por los años, perdiendo su brillo original. No pude contener las lágrimas, sintiendo cómo mi alma se partía en dos y las mariposas en mi estómago morían lentamente.
"—Siempre serás mi prioridad.—" Sus palabras resonaron con sinceridad, como una suave caricia que calmaba mi corazón agitado.
"—Te amo, idiota.—" Murmuré, mientras las sirenas de las patrullas se acercaban, aunque la lluvia dificultaba discernir qué tan cerca o lejos estaban.
"—Preciosa, ¿qué pasa? Te noto... diferente.—" Su preocupación se filtró a través de la línea. Reí entre lágrimas.