—Pero... si tú eres yo —murmuró, dudando de lo que sentía—, entonces, ¿quién soy yo?
—Eres más fuerte de lo que crees, Nicole —respondió Denis con una profunda certeza en su voz—. Yo fui la fortaleza que necesitabas cuando no podías seguir sola. Fui tu apoyo y tu verdadero yo, el que siempre estuvo contigo cuando nadie más lo hacía. Ahora ha llegado el momento de que reconozcas que ya no me necesitas como una figura separada. Tú eres capaz de ser todo eso y más.
A medida que Denis hablaba, su imagen comenzó a desvanecerse. Cada palabra lo volvía más etéreo hasta que, finalmente, desapareció por completo. Nicole cerró los ojos, y cuando los abrió de nuevo, se sintió extrañamente ligera, como si finalmente hubiera soltado una carga que había llevado consigo durante mucho tiempo.
Se levantó, mirando sus manos y sus pies, sintiendo cada rincón de su cuerpo como si lo descubriera por primera vez. Ahora comprendía algo esencial: Denis siempre había sido una parte de ella, la parte que la protegía de los juicios y de la soledad. Era un reflejo de la fortaleza que siempre había tenido, pero que no se había atrevido a reconocer.
Finalmente, Nicole sonrió. Experimentó una paz que nunca antes había sentido. Ya no necesitaba que nadie la comprendiera porque ahora se entendía a sí misma. Denis no era una persona separada; era una manifestación de todo lo que Nicole llevaba dentro y que, hasta ese momento, no había aceptado. Esa fortaleza ahora era suya, completamente integrada en quien era.
Nicole, ahora con la fuerza que Denis representaba, dio un paso adelante. Se sentía preparada para afrontar el mundo con una nueva confianza que ahora se encontraba dentro de ella, dentro de Denis.