—¿Y si es él? ¿Qué tiene de malo? —respondió, a la defensiva.
**** soltó una risa seca, incrédula.
—Veo que no aprendes, ** Sé muchas cosas sobre él. Sé ***** ***
El corazón de ** se aceleró.
—¿Cómo sabes eso, *****?
**** la miró, sus ojos llenos de una mezcla de frustración y resignación.
—Tengo mis fuentes, ****. Pero me sorprende que, a pesar de todo lo que intenté, nunca quisiste hacer lo nuestro oficial. Lo respeté. Pero parece que fui solo una opción más para ti. Una simple pieza de tu juego.
—*, no es eso... —intentó explicar ******, sintiendo el peso de sus palabras—. Tal vez tu corazón late por mí, pero no siento lo mismo por ti. Eres una gran persona, y te aprecio mucho. Pero no puedo verte con esos ojos.
***** la observó en silencio por un momento, sus ojos buscando alguna señal de duda en ella.
—A veces, lo que sentimos al principio no es lo que termina siendo real, ***** —respondió con suavidad—. Quizás estás atrapada en un recuerdo del pasado, incapaz de ver lo que realmente tienes frente a ti.
***** negó con la cabeza, tratando de mantener su compostura.
—Esto que siento no es solo un *******.
*****, ahora completamente frustrado, dio un paso atrás y lanzó una última advertencia.
—Apuesto a que ese mentiroso te va a destrozar el corazón, ******.
Ella lo miró, desafiante.
—El gran ******** sabe de estadísticas, ¿no es así?
***** esbozó una leve sonrisa, aunque su mirada se mantenía fría.
—En este juego, sí, ******. Pero hasta entonces, seguiremos siendo amigos, querida.
Con esas últimas palabras, Ichiro le besó la mano en un gesto casi teatral, antes de volver a su escritorio como si nada hubiera pasado.
Pistas del siguiente capítulo. Independientemente de la hora, buenas noches