- ¿Cómo que tienes que irte?.  Si acabas de llegar    - insistí.

Sus mejillas se sonrojaron, titubeó un poco y miró al suelo.

- ¿Tienes miedo a quedarte sola? -respondió, irguiendo la cabeza y mirándome con una sonrisa apagada.

- Tengo miedo a muchas cosas -repliqué
- ¿Cómo cuales?
- Perderte por ejemplo.

No dijo nada, ni na palabra. Lentamente se dio la vuelta y salió cerrando la puerta tras de si con un tenue chasquido. 

Ya han pasado cien años y mil mares entre nosotras, nunca más la volví a ver.