A Borros no le gustó ni un poquito el frío del Norte. En Tierra de Tormentas hacia frío también, pero el frío de Winterfell era seco, lúgubre y se te calaba hasta los huesos.
Se veía bastante gracioso, era alto como ninguno, un caballero mazizo que con facilidad podía parecer un salvaje, pero yacía tullido y temblando por el frío, envuelto con tres capa de piel, con la nariz y orejas roja, las pestañas llenas de nieve y una cara de sufrimiento nada normal.
Esperaba a su prometida, no la había visto aún, pero las malas lenguas decían que era joven, más que él y tenía algo de miedo de encontrarse con una niña, eso lo ponía nervioso, principalmente porque sabía que no era el hombre más delicado del mundo.
